Experiencias en el Servicio de Psicopatología del Hospital Israelita Jefe Dr. Ricardo Avenburg (1978-1988)

Liliana Manguel, Marcelo Marmer, Susana Ragatke, Beatriz Roguín

Revista Sinopsis

Colección Hospital Israelita EZRAH. Archivo Histórico Fundación IWO.


Introducción

En el nefasto periodo del proceso militar entre 1976 y 1983 se cerraron carreras e institutos y se desarticularon espacios que incluso fueron considerados subversivos, como la Coordinadora de Trabajadores de la Salud Mental. Se desmantelaron valiosos servicios de salud y salud mental por expulsión de profesionales y prohibición de actividades grupales dedicadas a la asistencia así como a la formación de profesionales, cursos y supervisiones.

La actividad profesional fue perseguida y se sancionaron normas que subordinaron a la psicología como una disciplina auxiliar de la psiquiatría, lo que implicó para los psicólogos la prohibición de realizar diagnósticos y ejercer la psicoterapia y el psicoanálisis.

En este marco el Dr. Ricardo Avenburg fue convocado a dirigir el Servicio de Psicopatología del Hospital Israelita, tarea que comienza en 1978. Acompañado por valiosos psicoanalistas y psiquiatras se organizó tanto la asistencia como la formación con criterio de interdisciplina y trabajo en equipo. El Servicio contaba con alrededor de cien terapeutas entre médicos, psicólogos, formaban parte del Servicio un psicólogo que realizaba terapia ocupacional, un psicomotricista y una trabajadora social. Un psicólogo institucional nos asistía cuando surgían emergentes propios de un espacio de trabajo grupal.

Este Servicio resultó un oasis en medio del desierto. En medio de un contexto político- social muy traumático, por efecto de la Dictadura Militar, acceder a este Servicio de Psicopatología nos permitió trabajar en libertad y de una forma respetuosa y facilitadora. Logramos así poder pensar tanto en forma individual como en conjunto. Ricardo Avenburg y un grupo de psicoanalistas de gran experiencia, en función de supervisores, lo hicieron posible.

En el ejercicio de la Jefatura del Servicio, Ricardo Avenburg nunca descuidó la importancia que su persona tenía en la función de contención y acompañamiento de los profesionales ante situaciones altamente complicadas y graves, teniendo en cuenta que la mayoría de los mismos se encontraba en distintos niveles de formación. En su enseñanza priorizó la importancia del diálogo con el paciente, jerarquizando el valor de la palabra y conceptualizando lo que acontece en el verdadero encuentro analista-paciente, hacía su transmisión a partir de la frase “benévolo escepticismo”, benévolo en el sentido de la empatía necesaria, y escéptico por la ineludible diferencia que un psicoanalista debe escuchar entre contenido manifiesto y contenido latente.

La consigna de abordaje en todos los casos fue la entrevista amplia, la escucha con atención flotante con los fundamentos teóricos del Psicoanálisis como el inconsciente, transferencia y el Complejo de Edipo.

Se formaron los equipos de Admisión, Terapias individuales de Niños, Adolescentes, Adultos, Familia y Pareja, Grupos, Asistencia psicofarmacológica, Interconsulta, al que se convocaba desde los otros Servicios del Hospital, y Terapias múltiples (Hospital de Día) y un área específica que se denominó Psicosis de adultos. Excepto este último, todos los equipos se diferenciaron por grupos etáreos. Cabe señalar que todos los médicos del Servicio debían concurrir a la supervisión del equipo de Asistencia psicofarmacológica que se realizaba una vez a la semana. Los psicólogos estaban invitados a participar de la misma, no sólo en calidad de observadores sino de participantes activos. Los ateneos clínicos se realizaban una vez por semana, todo el Servicio se reunía en un gran intercambio científico. Esto ayudó mucho a desarrollar no sólo conocimientos sino también a pensar en conjunto experiencias con los colegas.

Equipo de urgencias

El equipo de Urgencias se creó a partir de emergencias que surgían de la demanda de la guardia del Hospital. En algunos casos la derivación a instituciones públicas u obras sociales no resultaba de fácil resolución, fue así que Ricardo Avenburg decidió que fuera el Servicio de Psicopatología el que se hiciera cargo del abordaje con una cierta normativa y sistematización. Se trataba en su mayoría de pacientes cuya gravedad no requería una internación inmediata pero que no podían esperar un turno para tratamiento ambulatorio en otro equipo del Servicio. En algunas situaciones se resolvía el motivo de consulta con esta intervención cuya duración estaba prevista entre cuatro y seis semanas. Algunos casos requirieron derivación a otro equipo para el inicio de una terapia en el equipo correspondiente o derivación a internación en otra institución con la colaboración de Servicio Social.

Sus miembros atendían en duplas psicólogos-psiquiatras para la atención de cada caso, en continuidad durante cuatro a seis semanas con la frecuencia de varias veces por semana según necesidad. Es de destacar que pese a la gravedad observada en muchos casos que accedían a la asistencia según las variables de admisión señaladas más arriba, el equipo funcionó en un clima confortable por el grupo de jóvenes profesionales.

En cuanto al modo de trabajo, se realizaba una reunión por semana para el abordaje de temas tanto administrativos como clínicos, y por otro lado una supervisión semanal de cada caso con Ricardo Avenburg y colegas.

En el año 1980 comenzó a funcionar el primer equipo de Urgencias. Estuvo coordinado por Silvia Moguilevsky.

En un segundo momento, la Coordinación fue compartida con Marta Efron, psicóloga psicoanalista y Susana Ragatke médica psiquiatra y psicoanalista.

La co-coordinación fue muy operativa con intervenciones complementarias entre la contención y la puesta de límites. Se abordaba prioritariamente el motivo desencadenante del cuadro actual sin descartar que surgiera material histórico. Se incluía el abordaje psicofarmacológico y la participación de miembros de otro equipo, por ejemplo el de Familia, de ser pertinente.

Las problemáticas que más se observaron en las consultas fueron: Depresión con ideas suicidas; crisis de ansiedad e insomnio; cuadros fóbicos y obsesivos descompensados. También veíamos pacientes cursando cuadros traumáticos por la situación que se vivía en el país atravesado por situaciones de persecución. Al coincidir con la Guerra de Malvinas (año 1982), llegaron jóvenes sobrevivientes de la guerra, a los que hubo que ayudar a sobreponerse de las terribles experiencias vividas.

Revista Sinopsis

“Mirando la gallina” de la serie En la cocina. Tenky Lopez. 2021. Carbonilla sobre papel Ingres 35x25cm


Otras particularidades de la transmisión de una enseñanza

Otro tema de la enseñanza del jefe del Servicio fue el de la capacidad de juego tanto del niño como del adulto. El texto de Freud fue re creado en la experiencia clínica en todos los ámbitos del Servicio. Cabe la cita del texto de S. Freud El creador literario y el fantaseo. Dos fragmentos permiten entender el carácter favorecedor de salud mental de esta actividad psíquica:

El adulto deja, pues, de jugar; aparentemente renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego. Pero quien conozca la vida anímica del hombre sabe que no hay cosa más difícil para él que la renuncia a un placer que conoció. En verdad, no podemos renunciar a nada; sólo permutamos una cosa por otra; lo que parece ser una renuncia es en realidad una formación de sustituto o subrogado. Así, el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea... El fantasear de los hombres es menos fácil de observar que el jugar de los niños. El niño juega solo o forma con otros niños un sistema psíquico cerrado a los fines del juego, pero así como no juega para los adultos como si fueran su público, tampoco oculta de ellos su jugar....Esta diversa conducta del que juega y el que fantasea halla su buen fundamento en los motivos de esas dos actividades, una de las cuales es empero continuación de la otra (Freud S. traducido por Etcheverry , 1976, p.128-129) .

Es de destacar que los sucesos contemporáneos a nuestra práctica de aquellos años fueron acompañados por la lectura de textos teóricos de Sigmund Freud y otros autores fundamentales del Psicoanálisis. Sirva como primer ejemplo que cuando se desató la guerra de Malvinas, el propio Ricardo Avenburg y Marilú Pelento, supervisora externa del Servicio, dieron un seminario especial sobre el texto freudiano El porqué de la guerra.

El trabajo con el duelo fue una enseñanza constante. El duelo en sentido amplio como pérdida, no sólo de una persona, querida o no, sino de cambios en los que una pérdida es central. En Argentina la temática del duelo cobra importancia por la migración de gran parte de la población. Migración no elaborada muchas veces por la generación que la transitó personalmente y que deja huellas en las generaciones futuras. En la misma línea de trabajo sobre el duelo, Avenburg ponía énfasis en la muerte de los abuelos, como el primer duelo que vive un niño en la mayoría de los casos.

Como ya dijimos la particular situación de Dictadura y Terrorismo de estado, estuvo presente en el intento de aportar fundamentos desde nuestra disciplina para la comprensión de lo que sucedía. Nos referiremos al duelo particular ante la desaparición forzada de persona.

Marilú Pelento fue una de las referentes del Psicoanálisis que trabajó el duelo singular por la pérdida de personas a causa del secuestro y desaparición durante los años del Terrorismo de Estado, con la salvedad de que la magnitud de las variables subjetivas que estaban en cuestión, específicamente en los familiares de detenidos desaparecidos, también implicaba a la sociedad argentina en general.

En Dictadura algunas familias ocultaban lo ocurrido por miedo a ser perseguidas y evitaron denunciar inmediatamente la desaparición ante la perplejidad, bajo el supuesto de que la denuncia podía perjudicar la preservación de la vida de la persona desaparecida. Otras familias fueron desplazadas socialmente por el temor que se generaba en torno a ellas y sus miembros.

Como sabemos, el duelo consiste en la labor de ligar y desligar las investiduras libidinales que tuvieron como destino el objeto perdido. En el duelo normal el aparato psíquico va desprendiéndose de algunos recuerdos y de las expectativas futuras vinculadas con quien ya no está presente. La posibilidad de acceder al cuerpo sin vida del difunto, la ocasión de los ritos fúnebres y la instalación del sepulcro o lo que haga sus veces contribuyen a la construcción de la prueba de realidad y ofrecen resistencia a la negación.

El trabajo de duelo requiere el ejercicio del examen de realidad para constatar la ausencia del objeto amado. Este trabajo expone al psiquismo al conflicto de reconocer las consecuencias de ese examen y al mismo tiempo resistirse a retirar la libido del objeto perdido.

En cuanto al duelo particular por desaparición forzada, es ineludible destacar que la palabra desaparecido no es determinante en cuanto a la muerte, es el familiar directo quien tiene que determinar que la muerte ha ocurrido, e imaginar la fecha tanto como el modo en que las cosas ocurrieron. En estos casos la aceptación de la muerte de un ser querido como destino, implica decretar privadamente la suspensión de la espera como efecto de un íntimo trabajo de elaboración que bordeó la culpa de “sentenciar” la muerte. Se presenta entonces la disyuntiva entre desmentir la realidad de esa ausencia infinita, o transitar la culpa de no esperar más el regreso de quien ha desaparecido o incluso desearle la muerte para poner fin a su sufrimiento.

Otra variable que obstaculiza el duelo por la desaparición forzada es la ausencia de la tumba y de los ritos funerarios propios de cada cultura. El ritual permite desprivatizar la pérdida, dar muestras del dolor y crear un relato construido colectivamente ante el lugar vacío tras la pérdida. La tumba, por su parte, es una instalación que ocupa un lugar en el espacio: es localizable y tiene materialidad, conlleva una inscripción simbólica por medio del nombre del fallecido, del real de la vida de cada quien, además permite honrar y al ser humano que perdió la vida, al tiempo que se brinda consuelo a los deudos.

Tuvieron que pasar muchos años para que el desarrollo de los juicios a los responsables y victimarios, dieran lugar al testimonio de las víctimas, con la consecuencia de que el proceso psíquico de duelo, vivido en una absoluta soledad, pudiera ser atenuado notoriamente.

Palabras finales

Antes de concluir queremos resaltar la vocación humanista de Ricardo Avenburg que se expresaba en su verdadera convicción a la enseñanza, poniendo especial énfasis en un encuentro con el otro en su calidad de ser humano. Siempre expresó complejas ideas en forma muy llana, lo que ayudó a sobrellevar la ansiedad propia de los comienzos de la formación, mientras se abría la posibilidad de interrogar, escuchar y ser escuchado sin preconceptos en un diálogo muy ameno.

Bibliografía: