Diálogos con el Maestro Ricardo Avenburg

Marta Cosentino de Lifschitz
Lic. en Psicología UBA (1971). Psicoanalista. Psicóloga (por concurso) en el Hospital Israelita (1972-2004).
Ex Coordinadora General del Servicio de Psicopatología del Hospital Israelita.
Miembro de ASAPPIA (Asociación Argentina de Psiquiatría y Psicología de la Infancia y la Adolescencias).
Integrante de su Centro Asistencial. Delegada de ASAPPIA en el Foro de Instituciones de Profesionales
en Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires.
Miembro de la Mesa Coordinadora del Foro.

Revista Sinopsis

Colección Hospital Israelita EZRAH. Archivo Histórico Fundación IWO


En 1978, momentos difíciles de nuestro país, el Dr. Ricardo Avenburg era designado jefe del Servicio de Psicopatología del Hospital Israelita Cuando asumió la jefatura, nombró por primera vez en nuestro medio una sub jefa psicóloga para que lo acompañe en la conducción del servicio. La misma modalidad fue utilizada para todas las tareas, las duplas médico-psicóloga trabajaban en admisión, urgencias, interconsultas y grupos terapéuticos. El servicio atendía todos los días dos turnos de 8 a 11 y de 11 a 14 hs.; los días sábados solo se atendían urgencias e interconsultas.

Como había largas listas de espera, porque también atendíamos pacientes de PAMI, los tratamientos duraban de 3 a 6 meses (según lo necesitara cada paciente) con una frecuencia semanal y sesiones de 40 a 45 minutos. El paciente no esperaba. En un momento la demanda era tan grande que se hacían grupos de espera, en las salas de espera del servicio. La mañana del día sábado se dividía en 2 módulos. En el primer módulo o clase se daban los seminarios de formación de Freud dictados por Ricardo, quien desarrollaba la clase a partir de las preguntas que hacían los integrantes del servicio, sintetizaba y elaboraba de esa manera conceptos fundamentales de la obra de Freud. Era humilde y sabio el maestro. La segunda clase la dictaban sus colegas y amigos, quienes también nos transmitieron su saber cómo el Dr. Leonardo Goijman, la Dra. Marilú Pelento, el Dr. Abraham Apter entre otros.

Esto nos habla de su pensamiento, de su generosidad y nos muestra una vez más que para la docencia también era abierto, no encerrado en teorías. Refería verbalmente: “Dicen que soy freudiano. No. Yo soy yo… que doy seminarios de Freud”.

Ricardo Avenburg fue mi maestro de psicoanálisis y de la vida; pues lo conocí en el año 1973 supervisando mi primer paciente adolescente en el Hospital Israelita. Luego se radicó 2 años en Suecia, para volver como nuestro jefe del Servicio de Psicopatología en 1978. Ahí comenzó mi verdadera formación hasta 1988 en el Hospital y luego en forma privada con grupos de estudio, supervisión y análisis personal hasta unos meses antes de su muerte el 4 de septiembre de 2020. La pandemia terminó este ciclo de 47 años junto al maestro.

DIÁLOGOS DE RICARDO AVENBURG CON SUS MAESTROS

Escribió numerosos artículos, revistas y libros entre ellos “Conversando con los maestros” (2016). las citas que están en este artículo hacen parte de este libro.

Este libro es significativo para mí porque es el último editado en vida del autor y ofrece sus últimos aportes para la teoría y la práctica del psicoanálisis. Y para aquellos que no hayan leído sus libros porque no están de moda, y quieren entender ese psicoanálisis pensado en aliviar el sufrimiento, siempre desde el lugar de respeto por el otro, respeto por sus creencias e ideologías, este libro les ayudará a contestar algunas preguntas que él mismo se hacía: “¿Hay un psicoanálisis o cada uno tiene el suyo?” Para Ricardo hacer psicoanálisis era conversar, dialogar, preguntar, permitiéndonos abrir líneas de pensamiento nuevas, reflexionar… Comienza y termina el libro conversando con su maestro original, que fue Freud, a quien después de leerlo decía: “y se me abrió un mundo” (Avenburg, 2016, p. 8).

Revista Sinopsis

Freud y otros psicoanalistas en 1922. De izquierda a derecha sentados: Sigmund Freud, Sándor Ferenczi y Hanns Sachs. De pie: Otto Rank, Karl Abraham, Max Eitingon y Ernest Jones...


Tanta era su pasión que estudió alemán para entenderlo mejor, y jugar con los términos tanto como Freud lo hacía. Éste es un libro para ser leído por capítulo y autor, para reflexionar con cada maestro que dialoga. Ricardo aconsejaba no leerlo de corrido.

Comienza conversando con Freud, preguntando cuándo termina el psicoanálisis. Y lo resuelve de una manera muy práctica, que era lo que nos enseñaba en el Hospital y que servía también para el consultorio, porque Ricardo decía “la práctica en mi consultorio cada vez se parece más a mi práctica en el Hospital”.

Éstas son sus palabras: “Termina cuando el analizado y analista dejan de verse, creo que no hay un concepto absoluto de una terminación, sino que ésta es relativa a cada situación analítica en particular”. Y agrega “en la época de mi formación era más importante definir qué es el psicoanálisis, tal vez más importante que la evolución del paciente” (Avenburg, 2016, p.26).

Para él lo más importante siempre fue la “mejoría del paciente”. Conversó con Jung y, a pesar de las diferencias teóricas, Ricardo pensaba que con lo que Jung desarrolló, “los motivos desencadenantes de la enfermedad”, “la importancia de la adaptación” y la “importancia de la resignificación regresiva (“aprés coup”) podía ser un buen analista y trabajar clínicamente. Y Ricardo se preguntaba “¿Quién afirmaría que los psicoanalistas desarrollamos todos los aspectos de la teoría?” (Avenburg, 2016, p.41).

Conversó con Klein, con quien nunca pudo supervisar ya que fue por primera vez a Londres unos meses después de su muerte. Pero la conocía bien ya que en sus comienzos en APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) su formación era kleiniana. Discutía con ella la técnica psicoanalítica porque Klein era de interpretaciones profundas y transferenciales. Y esto, para Ricardo, cerraba, obturaba el tratamiento.

En cambio, Avenburg dialogaba, conversaba, preguntaba, y esto le permitía abrir nuevos caminos. Agregó: “Estoy convencido que si me viera trabajar hoy diría que no soy psicoanalista y que todas mis intervenciones están al servicio de las defensas del paciente” (Avenburg, 2016, p. 68).

Conversó con Rascovsky quien fue su pediatra y lo introdujo en el psicoanálisis sobre el psiquismo fetal.

Conversa con Pichón Rivière, quien fuera su analista y formador en psicoanálisis y de quien aprendió que “la función del analista es la de co-pensar, creando las condiciones para que se desplieguen nuevos caminos asociativos” (Avenburg, 2016, p. 27). Continúa conversando con sus maestros del psicoanálisis abriendo un abanico de temas: el sentido de la realidad, teoría de la agresión, psicoanálisis y/o revolución social, pulsión de muerte o muerte de la pulsión, etc.

Diálogos Finales

Finaliza el libro conversando otra vez con Freud, marcando algunas diferencias con el maestro. Freud dice “que en la vida hay muchas fuentes de malestar, pero que para él, el establecimiento del Super-yo es la fuente de malestar en la cultura humana, continúa, la agresión no está dirigida hacia el exterior, sino que está dirigida a uno mismo y se expresa con el sentimiento de culpa (consciente o inconsciente) y proyectado hacia afuera (como culpa y no simplemente como agresión) es lo que determina la criminalidad humana” (Avenburg, 2016, p. 179). “Desde mi punto de vista (no sé si hubiese sido el de Freud), la culpa (diferente del remordimiento y del sentimiento de responsabilidad) es el veneno de la humanidad y el Super-yo es nuestro enemigo. Quiero dejar aclarado que, en el trabajo clínico lo respeto, a menos que se haga sintomático para el paciente” (Avenburg, 2016, p. 179).

Voy a transmitirles sobre este tema algunas de las últimas reflexiones de Ricardo dos meses antes de su muerte (en una actividad virtual por Zoom organizada por integrantes del Hospital Israelita).

Con énfasis repitió que el sentimiento de culpa es el veneno de la humanidad; que estaba en contra del Super-yo y lo reconocía en sí mismo, diferenciándolo de la responsabilidad. Otras de sus frases durante esa actividad fueron: “El Super-yo es la enfermedad del ser humano”; “Soy un hincha del Eros, del amor, esto me lleva a trabajar, a escribir; el amor, el Ello y no el Super-yo”.

Refiriéndose a la clínica, dijo en esa oportunidad: “No intervengo salvo que sea un daño para la otra persona, a menos que se haga sintomático para el paciente, solo me meto con lo conflictivo. No me planteo el instinto de muerte en la clínica. Yo trabajo con Eros”. Y así terminó el libro referido, deseando “que el hombre recupere su propia naturaleza erótica” (Avenburg, 2016, p. 179).

Nos queda su legado, ligado a Eros, para siempre.

Bibliografía: