Dr. Ricardo Avenburg

Autores: Lic. Jorge Garbarino, Viviana A. Peskin

Revista Sinopsis

Foto cedida por Alejandro Avenburg


El presente escrito surge de una serie de conversaciones, con el Lic. Jorge Garbarino (colega y discípulo del Dr. Ricardo Avenburg) a quien agradecemos por su tiempo y generosidad en la construcción de este artículo. A su vez J.G. nos expresa su agradecimiento por invitarlo a participar en este trabajo dedicado a su querido maestro y amigo. También agradecemos a Karen y Alejandro Avenburg, por compartir material y contactos que han hecho posible elaborar este artículo y publicarlo en esta sección de la revista.

El objetivo propuesto es dar cuenta de los aportes y la visión del Dr. Ricardo Avenburg al campo del psicoanálisis.

Nota: a propuesta de J.G. nos referiremos a él simplemente como “Jorge” y al Dr. Avenburg como “Ricardo” tal como lo hacían en los interminables diálogos que mantuvieron durante muchísimos años, cuando jugaban a ser psicoanalistas que entendían el mundo, la vida…como ahora jugamos nosotros, aspirando a compartir el juego con los lectores de este artículo.

Inicios en el Psicoanálisis

Ricardo cuenta que su recorrido en el psicoanálisis, y sus vínculos con la disciplina comenzaron indirectamente desde muy temprano, ya que Arnaldo Rascovsky- uno de los miembros fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina-fue su pediatra. En entrevistas que fue otorgando a lo largo de la vida señala que de niño, los abordajes terapéuticos del Dr. Rascovsky se alejaban del uso excesivo de medicamentos y en ese detalle pareciera dar cuenta que pensaba en otra “esfera” u otras posibles intervenciones. Comenzó sus estudios en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) cuando predominaba la escuela inglesa de psicoanálisis, siendo una de sus máximas exponentes Melanie Klein; escribió en relación a este período: “se leía cronológicamente a Freud, con el criterio de que había que leerlo, pero con la concepción de que eran antiguos”(Avenburg R. 2016 p 8). Jorge relata que Ricardo, además de estudiar y supervisar con los referentes argentinos de esa escuela, como Arminda Aberastury, Liberman y Bleger, supervisó también con Bion, Meltzer y Winnicott. Señala que respetó, hasta el final de su vida, a todos aquellos que lo iniciaron en el estudio del psicoanálisis, pero su pensamiento siguió por rumbos diferentes a los de ellos. En uno de sus últimos escritos expresó: “ (...) yo soy yo, y tomo de cada teoría aquello que me permite pensar pero no quiero quedarme encerrado en una teoría particular (...)”(Avenburg R. 2019). Su encuentro con el psicoanálisis estuvo signado fundamentalmente por su análisis didáctico con Pichon Riviere, en quién encontró un analista, un maestro, un interlocutor con quién discutir e intercambiar ideas, y un modelo perdurable en el ejercicio de la profesión. Con Pichon compartió el interés por el arte, la filosofía y el estudio de las relaciones sociales. Ambos coincidían en la idea expresada por Freud en Psicología de las masas y análisis del yo de que "la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado"(Freud S. 1979 p.67). Como prueba de la seriedad que le otorgaban a este pensamiento de Freud, Ricardo dejó constancia de que: "En la formación con Pichon había mucho tratamiento individual, grupal, sociológico, hacíamos encuestas"(Avenburg, R. 2017 p.252). Relata Jorge que Ricardo, en su madurez, a pesar de discrepar con el pensamiento teórico de Pichon, conservó un cariño entrañable por él. La sencillez, la calidez y la amplitud de miras propias de Pichón, fueron su modelo para abordar la relación con los pacientes. Cuando Ricardo se desempeñó como Director del Servicio de Psicopatología del Hospital Israelita implementó las prácticas grupales preconizadas por Pichon, pero ya incluidas en un marco conceptual derivado de su lectura de Freud, en el que se hallan compenetrados lo biológico, la psicología individual, familiar y social.

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Autor: Sebastián Pardo. Sin título. 2021


Durante su trabajo en el Hospital Borda, junto a Pichon, se le había puesto de manifiesto a Ricardo el conflicto entre "un pueblo que trata de resolver sus necesidades biológicas más elementales contra un poder que responde con los métodos más crueles de represión, que actúan no solamente sobre el deseo sino sobre el cuerpo concreto que dicho poder trata de destruir con la tortura y la muerte. Así lo que en el nivel del psicoanálisis individual de un sector de la población se manifiesta como 'realidad psíquica', con un enfoque más totalizador deviene 'realidad material'…"(Avenburg R. 1998 p.335). Ante estas circunstancias concretas propuso un psicoanálisis que pudiera responder a esas "necesidades que surgen en su esfera específica de acción”(Avenburg R.1998).

Lectura de Freud

Ricardo solía relatar que en sus comienzos tenía pocos pacientes y que, por curiosidad, empezó a adentrarse en la lectura de la obra Freud pensando que: “Freud debe ser viejo pero es el fundador”(Avenburg R. 2017 p. 252).
Lo leyó primero, de adelante para atrás y luego, como aconsejaba Pichon, de atrás para adelante. Esto ocurrió antes de 1960, antes de que apareciera en la Argentina la traducción de la obra realizada por J.L. Etcheverry y bastante antes de que llegara el llamado "retorno a Freud" preconizado por la escuela lacaniana.
Para Ricardo, la lectura de la obra de Freud constituyó el inicio de un cambio fundamental, no solamente en sus concepciones teóricas, sino también en el modo de entender su propia vida y en la forma en que revivió posteriormente las enseñanzas de Freud cuando comenzó a dar clases sobre su maestro. Empezó por leerlo en castellano, después en inglés hasta que finalmente estudió el idioma alemán para poder desplegar la polisemia que encierran algunos de los términos que utiliza su maestro y no encerrarse en una interpretación cerrada de su pensamiento. Quiso profundizar en las ideas de Freud sin prejuicios, sin ninguna intermediación, directamente, “devorando a Freud”, como, según Jorge, dijo en alguna de sus clases, para recrear su propio Freud dentro de sí mismo. La siguiente cita de Ricardo, da cuenta de ello: “(...) mi retorno no es a un Freud de 1900 ni a un Freud de 1939 (…) es un Freud que integra en sí todos los momentos de su formación y desarrollo como psicoanalista, un Freud que integra dentro de sí todos los autores que han contribuido a mi ser psicoanalista, un Freud que sigue diciendo cosas que tal vez ni él mismo sospechaba en su época, un Freud que a veces no sé si es Freud o soy yo mismo, y a veces es un Freud que no es más Freud y soy yo mismo"(Avenburg R. 1998 p. 341). Jorge asegura que estas palabras siguieron teniendo validez hasta su muerte en el 2020 y que Ricardo era plenamente Ricardo; conteniendo, integrando dentro de sí, a Freud, a Pichon, y al resto de sus maestros del psicoanálisis y de la vida.
Jorge comenta que Ricardo, ya maduro, traducía directamente los textos de Freud sobre los que trabajaba. De las distintas versiones en castellano, prefería las de López Ballesteros y las de Rosenthal. Veía en la traducción de José Luis Echeverry-al que respetaba por el rigor y la seriedad de su enfoque- la impronta de Hegel y Lacan.
En los grupos de estudio le gustaba que los participantes leyeran las distintas traducciones, tanto en español como en otros idiomas. Frente a fragmentos o términos que generaban inquietud, preguntas, o que se vertían con distintos sentidos-según quien los hubiera traducido- trataba de dar una versión que conservara la polisemia del término examinado. A partir de ahí proponía que surgieran: “niveles de diálogo, lo que implica que concepciones diferentes no suponen una guerra sino un intercambio de conceptos que, esté uno de acuerdo con ellos o no, inviten a pensar”(Avenburg R. 2017 p. 9). Él solía seguir atentamente al texto original en alemán, con la colaboración de dos diccionarios, compañeros de la vida, uno escrito sólo en alemán y otro alemán castellano.

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Sebastián Pardo. Tintas sobre papel. 2021


Jacques Lacan es un autor con gran presencia y difusión en Argentina. ¿Qué pensaba Ricardo sobre sus desarrollos? Según Jorge, le hacía ruido cierta idea generalizada de que la lectura de Freud hecha por Lacan es la única valedera; era una de las lecturas posibles. Algunas de las diferencias entre Ricardo y Lacan se pueden encontrar en el texto citado anteriormente, donde conversa sobre el artículo de Lacan "Sobre el Trieb de Freud y el deseo del psicoanalista": : “El deseo para mí, es el deseo del sujeto, expresión psíquica del instinto, deseos que se expresan en los sueños y en las fantasías, apuntando a la existencia de la realidad de un objeto que satisfaga al instinto, sea este de autoconservación o sexual, que disminuya su tensión de necesidad (Bedürfnis) de ese momento”(Avenburg R. 2017 p.73).

En relación a su modo de trabajo y escritura, Jorge indica que el escribir para sí mismo era un modo de oírse y conocerse en el momento de desplegar un pensamiento, del mismo modo que en las terapias el paciente, al expresar sus pensamientos, se escucha a sí mismo. La siguiente cita, da cuenta de su relación con los textos a la hora de trabajar: “ Convendría aclarar que en varios trabajos no tengo confirmado ni recuerdo lugar y fecha de su lectura. Muchos de ellos no fueron publicados, los escribo para mí.”(Avenburg R.2016 p. 14).

¿Por qué instinto?

Ricardo plantea que cuando Freud, en sus textos, utiliza la palabra alemana Trieb, está utilizando un término que en castellano corresponde traducir por instinto: “Yo, como Ballesteros, traduzco “Trieb” por instinto (...) No veo la justificación de traducir “Trieb” por pulsión, pero es un tema para discutir. Insisto: en relación con “Trieb”, Freud no establece una separación con respecto a todas las especies vivas.“ (Avenburg R. 2018)

La palabra pulsión, cuando él comenzó a estudiar psicoanálisis, no aparecía en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE). Jorge, que estudió el tema(6), me indica que el término, que en Francia fue utilizado en el lenguaje psicoanalítico por M. Hesnard en 1927, fue incorporado al DRAE en el año 2001. Esta insistencia sobre el uso del término instinto busca dar cuenta del soporte esencial del cuerpo en todas las manifestaciones de la psique:
Decir que el instinto es lo que pone en marcha la acción, la que va a definir como tales al sujeto y al objeto, es lo mismo que decir que el motor de la acción es, en última instancia, el cuerpo biológico con sus necesidades; dichas necesidades están representadas en el plano psicológico, y en su forma más elemental, como deseos que se realizan, ante todo, en forma alucinatoria (Avenburg R. 1998 p24).

Sin embargo, no fue por el camino de las Neurociencias que orientó sus investigaciones, sino sobre el aparato psíquico, sin desconocer el soporte biológico, condición necesaria para su existencia. En uno de nuestros encuentros, Jorge menciona un párrafo de Freud que dice: “La memoria está representada por la diferencia de facilitación entre las neuronas” (Freud S. 1979 p. 344). También me señala que Freud, en su escrito sobre las afasias, descubrió que la palabra no está en una localización determinada, sino que surge en un proceso entre conexiones de distintos núcleos, lo que ya induce a pensar que la topografía del aparato psíquico se instala de un modo virtual entre las conexiones nerviosas.

En un nivel estrictamente psicológico, en el capítulo 7 de La interpretación de los Sueños, Freud explica el funcionamiento psíquico a través del movimiento de mociones instintivas que atraviesan un sistema de huellas mnémicas en forma diacrónica y sincrónica, que finalmente termina construyendo el modelo de aparato psíquico de 1923, en concordancia con su segunda teoría instintiva. Ricardo va siguiendo y analizando todo este desarrollo en sus escritos, particularmente en Breve historia del Pensamiento de Freud (ed Claridad 1995, próximo a reeditarse por Ed, Biebel con el título de Freud , breve historia de su pensamiento) y en otros capítulos de sus libros.

Jorge hace hincapié en la importancia que Ricardo le otorgaba al concepto freudiano de “acción específica”, que permite la satisfacción de los deseos, considerando que tienen por raíz las necesidades instintivas. En este punto, se diferencia de otros abordajes en los que se cuestiona la posibilidad de que los deseos puedan ser satisfechos. Para él el instinto no puede satisfacerse solamente cuando se encuentra reprimido o cuando determinadas situaciones exteriores lo impiden. Consideraba, siguiendo lo estudiado por Freud en La pérdida de la realidad en las neurosis y en las psicosis, que la acción de la represión implica un nivel de pérdida de la realidad; el levantar la represión permite conocer cuál es el deseo reprimido y entonces satisfacerlo o inhibirlo en forma consciente siguiendo el principio de realidad:
“(...) las tensiones de necesidad orgánica (instintos= “Triebe”) requieren una satisfacción a través de una acción específica; acá, en tanto se complejizan las acciones se requiere de una nueva organización (...). Como las acciones específicas han de realizarse en la realidad a la cual habrá que adaptarse o modificarla, se requiere de un mediador que esté en la corteza del organismo, que en el plano psíquico constituye el Yo.( Avenburg 2020)

…el instinto recorre todos los caminos de ida y vuelta. Así, en cada momento de su devenir hay un camino de ida y vuelta. ¿Y cuáles son los primeros caminos de la vida? Ante todo la tendencia al retorno a lo no viviente, o sea a lo inorgánico: instinto de muerte (“Todestrieb”) y coincidentemente el retorno a la unidad originaria de la vida: Eros.( Avenburg 2020)

Ricardo diferenciaba claramente entre Eros y libido; consideraba que la libido no representa a Eros, al contrario de lo que expresara Freud en alguno de sus artículos. Para él, la libido representa al instinto sexual en la que ya Eros e instinto de muerte están mezclados: Eros e instinto de muerte son principios, que no son objetivables en la clínica en sí mismos. Son conceptualizaciones del orden metapsicológico. En concordancia con lo anterior, diferenciaba el instinto de destrucción, producto de la mezcla instintiva, del instinto de muerte. En la clínica lo que se observa, es la mezcla de instintos. Explicita su pensamiento sobre estos temas en su texto sobre “La doctrina de los instintos (Trieb):
"Acá surge un desacuerdo mío con Freud. Creo que en la teoría de los instintos de muerte y vida estamos en un nivel filosófico: (la esencia de la vida), nivel no solo dependiente de la metapsicología sino de la metabiología (nivel filosófico de la biología).Es un nivel de abstracción o universalización que no es directamente aplicable a la clínica: la vida ya es mezcla de lo orgánico (Eros) y lo inorgánico (instinto de muerte). El amor no se asienta sólo en Eros sino que ya es mezcla.” (Avenburg 2020)

Superyó y ¿Cultura?

En las conversaciones con Jorge, surgen los cuestionamientos de Ricardo en torno al superyó, y sus divergencias en torno a las conceptualizaciones en Freud y en otros autores postfreudianos.

A continuación realizamos un condensado recorrido del desarrollo teórico del superyó desde Freud para luego contrastarlo con las teorizaciones de Ricardo. Sigmund Freud había comenzado por descubrir la represión en los padecimientos neuróticos. Luego vinculó sus descubrimientos con los conocimientos antropológicos proporcionados por Darwin, Frazer, Robertson Smith y otros, y produjo, en Tótem y tabú, su propia teoría sobre los orígenes de la prohibición del incesto y del totemismo, cuando menciona el asesinato del protopadre: “(...) este acto criminal y memorable que constituyó el punto de partida de las organizaciones sociales, de las restricciones morales y de la religión.” (Freud S. 1979 p) Posteriormente con el antecedente de estos estudios, al abordar las manifestaciones de alucinaciones auditivas en pacientes psicóticos, describe, en El yo y el ello, un topos psíquico al que llamó superyó. En el comienzo de El Porvenir de una ilusión, Freud consideró que el superyó significó un importante avance en la evolución del psiquismo. En este punto Ricardo no coincide con Freud (Jorge tampoco) ya que para él, la instauración del supeyó, representación internalizada del protopadre devorado, constituyó quizá el mayor daño producido en la constitución del psiquismo humano. Los tabúes son prohibiciones fundadas en motivaciones inconscientes que, por ser reprimidas, no permiten ser evaluadas, ajustándolas al principio de realidad. Ricardo plantea que una cultura superadora de la actual, si es posible que tal cultura alguna vez pueda desarrollarse, cosa harto difícil, no se fundaría ni en tabúes ni en ninguna clase de represión emanada del superyó. Su origen sería el reconocimiento tanto de las necesidades de naturaleza sexual como de autoconservación, adecuando su satisfacción a las posibilidades reales propias de nuestra naturaleza biológica, psíquica y social. Su propuesta es que las normas sociales surjan de la convivencia y el diálogo dentro de las distintas comunidades. Las terribles guerras entre los seres humanos muestran el fracaso de las normas instituidas a partir del parricidio.En palabras de Ricardo y Jorge “el tabú, al igual que el síntoma, es una transacción entre un deseo reprimido y la represión”(Avenburg R., Garbarino J.) ”Los tabúes deben reemplazarse por principios éticos sostenidos por el principio de realidad.”(Avenburg R., Garbarino J.)

Resolución del complejo de Edipo

En su libro, Psicoanálisis, perspectivas teóricas y clínicas, Ricardo escribió tres trabajos referidos al complejo de Edipo: Reflexiones acerca del complejo de Edipo, Destrucción del complejo de Edipo y Destrucción del Complejo de Edipo y sublimación; seguidos de otro trabajo ligado a los anteriores: Malestar en la cultura e instinto de muerte. En relación a estos temas analiza el significado de las palabras alemanas implicadas en lo que se traduce por "represión", "naufragio", "irse a pique", "destrucción" del complejo de Edipo. Jorge, en el artículo Aproximación a la obra de Ricardo Avenburg,(no publicado) sintetiza así algunos de los temas tratados en estos artículos medulares:

Tema central en el pensamiento de Ricardo es el que le otorga a la importancia de la adecuada resolución del complejo de Edipo, entendiendo por adecuada, a contramano de lo que los tabúes imponen, la aceptación de los propios deseos incestuosos, impedida en los varones, en los casos más leves de neurosis por la represión y en los casos más graves por el "irse a pique" (untergehen) del complejo de Edipo. Algunos estudiosos de la obra de Freud consideran el irse a pique del complejo de Edipo como un "irse al fundamento" que permite la constitución del aparato psíquico normal y sano, estructurado bajo las formas de ello, yo y superyo. Ricardo considera en cambio que de ese irse a pique resulta una destrucción de huellas mnémicas que empobrece el alma y que el aparato psíquico "normal" (en tanto sigue la norma), es un aparato psíquico potencialmente enfermo al estar sometido al dominio del superyó, representante internalizado del tótem establecido durante la historia social de la humanidad; aún en los individuos más sanos es ineludible la presencia de lo que Freud denominó "las chifladuras del yo". Diferencia Ricardo lo que ocurre en los varones de lo que ocurre en las mujeres; al estudiar las consecuencias de las diferencias sexuales anatómicas, luego de dialogar con Freud, llega a la conclusión de que en ellas, al no tener que padecer la angustia provocada por la amenaza de castración, se constituye un aparato psíquico potencialmente más sano que en el varón. (Garbarino, J.)

Transferencia, neurosis de transferencia, reflexiones sobre el tratamiento psicoanalítico

Ricardo parte de definir la transferencia como el referir al terapeuta representaciones y afectos significativos en la historia infantil del paciente. Siguiendo a Freud, considera que la transferencia está presente en toda relación intersubjetiva que conlleva un despliegue libidinal y enfatiza la distinción entre transferencia y la neurosis de transferencia que se instala durante los tratamientos como una forma de resistencia. Estudió en profundidad el capítulo 7 de la Interpretación de los sueños y llegó a la conclusión de que todo el aparato psíquico se nos aparece estructurado por subsistemas que se organizan como transferencia.

En lo referente a la transferencia en el terreno de las psicosis, consideró que el delirio paranoico implica cierta conservación de la capacidad de transferencia. En el capítulo La transferencia incluido en su libro Psicoanálisis, Perspectivas teóricas y clínicas despliega estas ideas y otras referidas a la contratransferencia.br>
Su recorrido teórico y su formación, yendo de Pichon Riviere, pasando por Klein y luego su rigurosa lectura de Freud, lo llevó a repensar los modos de la práctica psicoanalítica. Durante el trabajo como terapeuta, ya maduro, priorizaba el diálogo, no interpretaba. Su concepción, al igual que los planteos de Freud, lo llevaron a ir abandonando las interpretaciones, centrándose en las construcciones surgidas del diálogo con el paciente: Es el paciente el que sabe lo que le pasa, pero no sabe que lo sabe. En sus palabras: “ (...) Freud plantea que el análisis ha de realizarse como por capas de cebolla, por lo tanto trabajar a partir de representaciones, en principio preconscientes pero luego reprimidas, o sea el inconsciente secundariamente reprimido y a través de la libre asociación apuntar a la emergencia de nuevos niveles de lo reprimido.”( Avenburg R. 2018)

Este dialogar, como Jorge señala que lo concibe Ricardo, proviene del psicoanálisis, de la filosofía, de su personalidad, de su formación con Pichón Riviere, de su conocimiento del modo de funcionar de las comunidades terapéuticas (trabajó un tiempo en una comunidad dirigida por Maxwell Jones). En sus clases incitaba a que quienes concurrían, formularan todas las preguntas que les sugiriera el tema tratado de la forma más directa, sin acartonamientos.

No renegaba de su formación médica ni en el campo de la psiquiatría. No temía el abordaje en el caso de las psicosis, pero lo pensaba dentro del campo de la psiquiatría. Acompañar desde el psicoanálisis en la reconstrucción del aparato psíquico, ayudando en el examen de realidad. Trabajaba junto con psiquiatras, derivaba cuando le parecía oportuno, prefería no medicar, a pesar de que en sus comienzos, tiene algún escrito psicofarmacológico. Su prioridad, durante las terapias, era apuntar a disminuir el sufrimiento de quienes lo consultaban.

Para concluir

En palabras de Jorge:
Se destaca en su obra los estudios que realiza sobre la constitución del yo y sobre la constitución del objeto, estudios que junto a sus aportes acerca de la desmezcla instintiva y de la cualidad psíquica y de los ritmos de descarga propios de esa cualidad, constituyen a mi entender, aportes fundamentales para abordar, desde el psicoanálisis, el estudio y tratamiento de las psicosis que Ricardo ubica en un “más allá” del campo psicológico, el campo donde impera “la cantidad” en tanto ubicada como diferente de la “cualidad psíquica”; se trata de cantidades consideradas desde el punto de vista del psiquismo; vistas desde la naturaleza de lo corporal, son cantidades que integran la cualidad de lo biológico.(Garbarino, J.)

Es innegable la impronta que dejó Ricardo en aquellos que se formaron con él, tanto como Director de Psicopatología en el Servicio del Hospital Israelita, como en sus numerosos grupos de estudio, supervisiones, cursos y pacientes. Algunos de estos aspectos, en particular su trabajo institucional, será abordado en otros textos, pero también debe ser incluido.

Este breve recorrido sólo pretende ser una mención de sus aportes al campo de la Salud Mental, gracias a las conversaciones y orientación de Jorge Garbarino. Aquellos lectores interesados en profundizar sus teorizaciones y su obra, encuentran a lo largo del texto sus referencias y vínculos para su lectura.

Para cerrar compartimos una última cita del maestro Ricardo Avenburg (2018):
(...) el enfermo no debe ser educado de modo que se parezca a nosotros, sino para la liberación y completud de su propia esencia”. Este es un Freud al que no se lo conoce mucho, en el que pone de manifiesto su profunda humanidad (que está presente en toda su obra) y que me recuerda a mi trabajo hospitalario al que añoro.

Bibliografía: