Hugo Rosarios.

Por Hugo Hirsch (Buenos Aires, mayo de 2018)

Revista Sinopsis


Hugo nació en 1932.

Quizás se hubiera definido a sí mismo como conservador, pero era un revolucionario. La confluencia de inteligencia, curiosidad, interés social y modestia suficiente como para aprender de otros lo llevó a co-protagonizar al menos dos revoluciones.

De familia pudiente, siempre sintió la necesidad en hacer algo por los demás. Médico, fue a los 33 años titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina de su tiempo. Esto podría haberlo encerrado en un universo selecto y limitado, pero Mauricio Goldemberg y Raúl Usandivaras en 1968 pensaron en él para dirigir el Centro de Salud Mental Nr. 1. Ahí protagonizó su primera revolución: salir de los consultorios, integrarse a la comunidad y desarrollar equipos que promoviesen los recursos del barrio, de las escuelas, de las comisarías y de las empresas para que las personas pudiesen resolver sus problemas, desarrollar sus cualidades y estar mejor.

En ese Centro los psiquiatras y los psicólogos tuvimos que salir al barrio. El hospital de día estrenaba nuevas intervenciones, los grupos terapéuticos se multiplicaban y diversos tipos de talleres comenzaban a tomar forma.

La revolución empezó en el Hospital de Lanús con Goldenberg, pero inmediatamente después continuó del Centro de Salud Mental Nro. 1. Allí los psiquiatras y los psicólogos solo querían hacer lo que creían que sabían hacer: psicoterapia. Hugo Rosarios no los dejó hacer solo eso. Tuvieron que salir, y experimentar. Yo, muy joven, fui uno de ellos. Hasta escribimos un pequeño manual del explorador comunitario, que tomaba en broma nuestros miedos y nos guiaba en el mundo de las peluquerías de barrio, las escuelas y las comisarías.

Y después llegó "El Proceso". Y Hugo Rosarios, como era un caballero, renunció y se fue a su casa. Yo continué un tiempo a pedido de él para que no se desarmara todo, pero después vi que era inútil y me fui.

Pasaron algunos años y yo descubrí la psicoterapia sistémica, en un momento en que un cierto hastío de algunos de nosotros llevó a explorar otros abordajes terapéuticos distintos al psicoanalítico de cuatro veces por semana entonces imperante.

Mi exploración me llevó a EEUU a familiarizarme con el modelo de terapia breve desarrollado por el Mental Research Institute de Palo Alto. Al volver, decidí dedicarme a eso y Hugo Rosarios, titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, diez años mayor que yo, mi primer supervisor en psicoterapias, mi maestro, mi ex jefe, quiso aprender de mí, de lo que yo había aprendido. Solo los grandes pueden ser humildes.

Comenzamos a ver familia e individuos en cámara de Gessell, exponiéndonos y experimentando. Fue en parte gracias a su prestigio, su empeño y su inteligencia que pudimos desarrollar ese modelo en la Argentina y contribuir a que grandes poblaciones pudiesen beneficiarse de un enfoque que pone el acento en intervenciones para resolver problemas, curar nada, desempantanar quizá. Y esa fue su segunda revolución.

Murió demasiado temprano, en 1988, a los 56. Si hubiera vivido más, quizá hubiera protagonizado una tercera revolución.

Revista Sinopsis

El Centro de Salud Mental N° 1 no será puesto en venta