En una mirada retrospectiva me pregunto cuándo empezó todo.

Maria Laura Bastos Nathan

"Declaramos que es verdadera la realidad que amaríamos , y a continuación, declaramos amar la verdad". Francis Bacon

Antes del encierro
El Jueves 12 de Febrero, 2020


Entre dos vuelos, uno atrasado y el otro perdido, medio dormida en el aeropuerto internacional de Bombay, me aferro a las imágenes de las pantallas de los televisores para no dormirme; son las imágenes del desarrollo de la epidemia en la ciudad de Wuhan, en China, cerrada desde hace dos meses.

La epidemia del coronavirus se está extendiendo en todo el mundo a una velocidad absolutamente inesperada; en India, ya señalan 200 casos en la región de Kerala; en realidad son muchísimos más; pero la inminente visita de Trump influye en esta realidad disimulada.

El martes 3 de Marzo

De vuelta a París, hago una consulta médica por la mañana; la noción de pandemia nos parece absolutamente desmesurada, tanto a la colega que yo consulto como a mi. Esa misma noche, reunión en un restaurant de moda; muchos jóvenes, bebidas en la mano, música latinoamericana a todo volumen, ambiente de fiesta; la epidemia todavía nos queda muy lejos.

Jueves 12 de Marzo

Teatro de Chaillot, para ver un espectáculo de ballet; la sala Jean Vilar, nombrada así en honor al arquitecto que la concibió, con su capacidad de 1200 lugares está completa, hay gente hasta en los escalones; la atmósfera festiva es tal que nos ayuda a olvidar la angustia por la epidemia. Este sentimiento border de una culpa que no termina de aparecer, por no querer darnos cuenta de la inminencia de la catástrofe y el anhelo desesperado de aferrarnos a la vida, a lo que inexorablemente pinta como lo que ya no va a ser la vida de antes.

Viernes 13 de Marzo.

Cuando me despierto me encuentro con un mensaje de mi amiga de India, quien me avisa que no vendrá a París. India ha establecido un confinamiento estricto, con cierre de fronteras.

Hoy por la mañana se comenzaron a cerrar en París los museos y las manifestaciones de todo tipo (cine, teatro, espectáculo, ferias ) en los cuales el número máximo de participantes pasó de 5000 personas a mil.

Durante el sábado y domingo, una escalada de anuncios oficiales fueron informando del cierre de diferentes tipos de negocios incluyendo los mercados al aire libre.

Y como el lunes cierran los que han abierto el sábado, la incertidumbre sobre un eventual desabastecimiento llevó a muchos a arrasar los negocios de provisiones.

Sábado 14 de Marzo

Una cena programada con amigos, se anula por precaución.

Domingo 15 de Marzo

Hoy, una avalancha de gente encontró los mercados al aire libre cerrados y se volcó hacia los supermercados que quedaban abiertos vaciando el contenido de las góndolas. Por la noche otra invitación a cenar con amigos se anuló, también por precaución. Poco a poco, mucha gente ha comenzado a empacar para transferir el trabajo a distancia e irse fuera de la ciudad.

Lunes 16 de Marzo.

Por la noche, en un mensaje televisado cuyo contenido es conocido ya por todos salvo en los detalles, el Presidente anuncia las modalidades del confinamiento.

Íbamos a iniciarlo a partir del martes 17 al mediodía y duraría, en principio, quince días; los detalles de este confinamiento fueron explicados rápidamente y el acento puesto en que la transmisión del virus se limitaba de esta manera; la importancia urgente era de descongestionar los servicios de urgencias hospitalarias, casi absolutamente saturados.

Durante este periodo se irían evaluando varios parámetros para medir si volvíamos a la vida de antes al cabo de estos quince días o no.

En ese momento se perfila lo que viviríamos a continuación, una copia de lo que ya vislumbrábamos a partir de la tragedia y encierro de los italianos.Sólo podremos salir de nuestras casas para hacer compras de comida o elementos indispensables, con una atestación firmada en la cual figuren nuestros datos, domicilio, etc; no podemos alejarnos más de un radio no claramente precisado…

Revista Sinopsis
Fotografía Valeria Fernández Título: desnudos Julio 2016 Villa Pueyrredón/ CABA.

Martes 17 de Marzo.

Voy a mi consultorio por la mañana para buscar mis papeles, la agenda, mis notas, las fichas de mis pacientes. Tengo la intención de instalarme en mi casa, para hacer teleconsultas por teléfono, o Videoconferencia.

Tanto al llegar a mi consultorio como al partir una hora más tarde, de un lado y otro de la calle, muchísimos autos recibiendo las valijas, muebles plegadizos, bolsos, todo lo que quieran llevarse familias enteras que se están preparando para partir a residencias secundarias, casas de familiares o de amigos.

Extraña atmósfera la de este París austero con tanto mundo yéndose, sin el entusiasmo alegre de los preparativos de vacaciones.

La ciudad se ha transformado en un lugar peligroso, que se irá vaciando durante todo el día de la población que puede ser alojada en las provincias, en el campo, en la playa. La idea de alejarse, a cualquier precio, es algo que se vuelve un Graal.

Miércoles 18 de Marzo.

La bolsa de valores marca un descenso histórico esta semana y pensamos en las consecuencias que tendrá ese vuelco en la sociedad, en nuestro sistema social tan protegido . La idea de suicidios por una quiebra, una ruina, me atraviesa el pensamiento. Me acuerdo del viejo poema de Garcia Lorca "Poeta en Nueva York" . No puedo imaginar todavía que en ese momento es la problemática de uno de mis pacientes.

A partir de allí, todos los detalles de la vida cotidiana cobran una importancia diferente, muchos de ellos similares en las grandes líneas. El tiempo y el espacio, esos dos lujos parisinos que le escasean a la mayoría, se vuelven moneda cotizada.

El tiempo ya no es el mismo para nadie; la ocupación del tiempo.

Y la medida del espacio.

En ese contexto, las incertidumbres son preguntas. Preguntas para las que no se tienen respuestas; para las que no hay respuesta. Muchos, comenzamos a aferrarnos a cualquier tipo de respuesta, con tal que nos achique la angustia. En ese mar revuelto, lleno de respuestas que se pretenden resolutorias, muchas verdades que se dicen verídicas no lo son; los medios de comunicación no publican prácticamente nada que no esté relacionado con el Covid-19. Las encuestas más improbables establecen estadísticas inútiles que olvidan justamente la falta de competencia en la materia que tiene la gente entrevistada.

Falta escepticismo, falta relativizar. Pero no el relativismo absoluto para el cual ningún valor es universal; sino el relativismo que argumenta la ciencia, tanto por los historiadores, sociólogos o filósofos de ciencias, y que es más complicado de lo que se supone. Etienne Klein habla de un buen relativismo y de un malo, a la manera de un buen colesterol o uno dañino.

Muchos incompetentes aseguran con demasiada certeza conceptos científicos que no manejan; lo que no se tiene en cuenta es que para aceptar un concepto científico habría que poder aceptar cosas que no nos parecen lógicas, situaciones que no conocemos. Pero en periodo de crisis, no nos gusta la incertidumbre.

Y esta, es una situación que no conocemos en absoluto.

Confinados

En mi actividad, mezcló varios aspectos. Por mi formación médica, trabajo como psiquiatra de niños, adolescentes y adultos; además, sigo pacientes en terapia o en psicoanálisis. Algunos pacientes vienen por medicación mientras son seguidos por colegas en análisis.

Avisarles el cambio de encuadre, me causó muchas sorpresas.

Tengo pacientes de psicoanálisis que no aceptaron el seguimiento por no poder aceptar el cambio de encuadre, tal vez haciendo un paquete general que incluía tanto las condiciones como el contenido, y sobre todo, la aceptación de la pandemia, el avance del virus.

Hubo los que se adaptaron a ese cambio entendiendo que el discurso era el mismo. No puedo decir si hay un tipo de pacientes para quienes el cambio fuese mejor tolerado que para otro; la más sorprendida fui yo misma, ya que no me lo esperaba, ni en un sentido ni en otro.

Durante dos meses trabajo exclusivamente desde mi casa antes de volver gradualmente a la atención en el consultorio, en presencia, como es el término empleado ahora; mis días se organizan rápidamente con cursos en línea durante la mañana y consultas por la tarde. Cada uno de mis pacientes ha reaccionado de una manera muy diferente a lo que yo esperaba con respecto al cambio de encuadre.

Hago solamente tres consultas con pacientes que no conozco, que veo por primera vez por Skype; dos adultos, consultas puntuales, y un niñito de tres años que me cuesta aceptar, pero cedo finalmente a la insistencia del terapeuta de la madre, un amigo en cuya oreja clínica confío mucho.

Y, sorpresa, del número total de pacientes que vi y oí en todo ese periodo, es ese chiquilín quien mejor y más rápido acepta la sesión. Sus cuatro abuelos residen en otro país, y regularmente los ve en la pantalla. No es una sorpresa para él verme así, la sorpresa es que yo no sea su abuela. A partir de las explicaciones, entiende quién soy y porqué la consulta.

Cuántas modalidades instaladas desde entonces; el pago de los honorarios, por ejemplo; el tiempo de la sesión, usualmente más largo que cuando la gente viene en persona ( y por lo tanto estoy acostumbrada a tratamientos a distancia que hago por teléfono o Skype).

¿Tal vez el hecho de hacerlos desde mi casa?

Están, por ejemplo, los ruidos caseros, no habituales en mi práctica en el consultorio.

Las voces de algún vecino que llega para buscar su parte del encargo colectivo de víveres a los productores del mercado.

A veces escucho fragmentos de un diálogo telefónico que imagino será con alguno de mis hijos; la concentración me es mucho más difícil, como si frente a la falta de estímulos del exterior cada detalle familiar, sin siquiera ser intimo, tomara una importancia nueva.

Una persona que encuentro por primera vez, desde Sydney, Australia, hace un comentario sobre la cantidad de vínculos internacionales que se están generando a partir de no poder salir de su casa, válido para más de la mitad de la humanidad al mismo tiempo.

En ese sentido, estamos todos en una posición de apertura al conocimiento del otro y nunca, en toda mi actividad, encontré tanta gente de otros países, con quienes continúo la correspondencia.

Toda la diáspora de mis amigos argentinos es visitada regularmente, en videoconferencia o por teléfono.

Pero,nuestra vida social se limita a salir a la vereda a aplaudir a las ocho de la noche, como parte del movimiento mundial de aplaudir el esfuerzo de todas las personas que están en lo que se está llamando la línea del frente, ese trabajo sin descanso y sin ahorro del esfuerzo.

Es un momento de risas y una especie de alegría que es auténtica y falsa al mismo tiempo; todos los vecinos se saludan, hay dos nenas en la vereda de enfrente que antes yo no conocía, ya que no nos cruzamos nunca en nuestra vida habitual. Las nenas saludan con risas, muecas y tienden los brazos cuando nos ven, a través de la calle; nos hablamos todos a los gritos, como lo hacen estas chiquilinas, con gestos amplios y risas, todo a través de la calle.

A veces, escuchamos los llantos de bebés o de algunas mujeres. Provienen de un hotel casi inmediato de nuestra casa. Pienso en todas las situaciones de violencia que la promiscuidad sin escapatoria debe generar; el maltrato a los niños como una manera de desahogo frecuente, también.

En una entrevista radiofónica, Caroline Eliacheff menciona estos y otros riesgos que van a multiplicarse probablemente.

Se han creado células de emergencia para denunciar maltratos dentro de la familia, y estas unidades se han instalado en los supermercados para que el acceso sea facilitado, ya que las mujeres, usualmente las víctimas más frecuentes de este maltrato, son también quienes van a hacer las compras.

Algunos pacientes, algunos amigos, repiten esta pregunta; ¿se volverá luego al mundo de antes?¿Volverán las cosas a ser lo que habían sido? ¿Habrá una toma de conciencia en el sentido de centralizarse más en un mismo lugar, menos vuelos, otro tipo de economía?¿Qué consecuencias sociales además de la catástrofe económica que todos predicen?

Algunas pacientes, mujeres jóvenes, de carrera brillante, sufren extremadamente esta situación; el trabajo, los hijos a tiempo completo, a quienes además les hacen la escuela en casa, la ausencia de ayuda de una auxiliar de limpieza por las mismas razones de prevención, todo al mismo tiempo…

Después del confinamiento

11 de Mayo.

Puedo empezar a recibir pacientes en el consultorio y me pregunto si usaré barbijo o no; la gran mayoría sigue con las consultas a distancia. A las ocho de la noche, seguimos saliendo puntualmente a aplaudir, vemos a los vecinos, nos saludamos a través de la vereda. Hay el vago sentimiento de que el miedo nos acosa menos.

En todo caso, ahora se puede salir a la calle sin la autorización escrita, no hace falta decir adónde vamos, se puede incluso viajar en la medida de no pasar los 100 kilómetros de distancia.

18 de Mayo.

Más pacientes en el consultorio, trato de intercalar los horarios, alternando las consultas virtuales con las que se llaman presenciales, se ha puesto de moda esta palabra. Las cifras de muertos por la epidemia siguen en baja y el optimismo reaparece, acompañado de la queja constante que es esa característica francesa tan instalada.

Para algunos pacientes, salir del confinamiento es muy duro; se les ha puesto en evidencia hasta qué punto estaban solos o aislados; el confinamiento los había entristecido pero había el sentimiento de que era algo compartido.

Me hace pensar en el recrudecimiento de tentativas de suicidio en los momentos en que se espera que estemos mas alegres… la llegada del sol en primavera, las fiestas de fin de año.

Revista Sinopsis
Autora: Sofia Di Nanno, fotografía 1, pandemia 2020. Almagro.

2 de Junio.

La epidemia dejó de hacer estragos, abren los colegios, los restaurantes, pero solo en la vereda, los parques y jardines. Se puede viajar a más de 100 kilómetros y abren los museos más chicos.

Revista Sinopsis
Autora: Sofia Di Nanno, fotografía 1 Bis, pandemia 2020. Almagro.

22 de Junio.

Abren los cines, los museos, los restaurantes y los bares, aún adentro; las veredas que se habían llenado hasta el desborde, estaban siempre bajo lluvias torrenciales…

24 de Junio.

Los restaurantes se han abierto, con consignas de guardar la distancia, lo cual, en los exiguos espacios de París, es casi imposible. Entonces, hay disposiciones de avanzar sobre las calzadas, con construcciones de terrazas efímeras con borde de plantas, a veces con toldos; como al comienzo todavía está muy fresco, se instalan por todos lados linternas con calefacción; en algunos, lo cubren todo con toldos.

Cada barrio parece un pueblito aparte, con un ambiente de fiesta muy particular.

París se ha vuelto una ciudad de fiesta; la gente más joven festeja el fin de la pandemia, y se resiste a usar máscaras (barbijos) ; por todos lados escucho, en la andanada de quejas cotidianas, las medidas que « son impuestas », como si estuviéramos todos expuestos al arbitrio de un autoritarismo de estado.

Atisbo de euforia.

Sobre todo en los más jóvenes ; o justamente lo contrario; mis pacientes veinteañeros tienen miedo de venir, un poco por el consultorio en sí mismo, ese lugar por el que transita tanta gente, (o sea que ya no es más el nido de protección adonde podían hablar libremente) o porque implica tomar el metro para llegar, la amenaza de la promiscuidad de las horas pico.

Los más jóvenes, los chicos o los de más edad, o viven cerca, o vienen en automóvil, o en taxi.

O el virus no les preocupa más.

Poco a poco, vuelvo a ver a todos los pacientes que estaba viendo antes del confinamiento, y comienzo a recibir muchas consultas de pacientes nuevos. Muchos de ellos, con conflictos que han aparecido durante el encierro. Cuestionándose el tipo de vida, el tiempo consagrado a un trabajo no valorado, el poco tiempo pasado en familia, en pareja; el escaso contacto con la naturaleza, con un espacio más aireado o más agradable.

Por algunas de las características de mi consulta, no me llegan las descompensaciones más brutales, ni las consecuencias del paréntesis de tantos meses sin medicina preventiva.

Si, en cambio, pero no en gran número, las consecuencias traumáticas sobre médicos jóvenes que han tenido que pasar por la experiencia de tener que decidir cuál paciente accedía al respirador, con cuáles criterios, como en una lógica de guerra, en la cual se elige la vida, cargando con el complejo de infligir la muerte.

Leonor Acuña me dice, en una de nuestras larguísimas charlas telefónicas que se nos ha definido de otra manera la noción de cuándo, a qué edad, se comienza a ser viejo; nos han dicho que a partir de los 60 estábamos en peligro, cuando somos una generación que se había acostumbrado a pensar que éramos viejos mucho después.

¿Será esta una confrontación entre jóvenes y viejos?

En los lugares en que las medidas de precaución son respetadas, se observa una baja en la edad de los casos; ¿los jóvenes se cuidan siempre menos?

Los sujetos que son de edad avanzada y mueren más son los que están en geriátricos, están aislados, no ven a sus familias, están muy deprimidos, el personal va y viene, el personal es joven, el personal puede ser vehículo de la enfermedad…

Julio.

Algunas promesas de mal agüero: la enfermedad está comenzando a propagarse de nuevo: los lugares de infección empiezan a ser importantes y las reacciones parten en todos sentidos.

Muchos se van de vacaciones, en pocos días cerraré mi consultorio y solo tendré esporádicos contactos con dos adolescentes a quienes recién he puesto bajo medicación.

Sino, todo retomará para mi (y para la mayoría de los parisinos que trabajan) a fines de Agosto.

El aislamiento de aquellos que no se sienten inundados de la euforia de los días con sol en que se sale y se cena bajo los tolditos de los restaurantes que invaden la calle hasta el medio , de los conciertos que aparecen casi tímidamente; de los programas de vacaciones, a quién encontramos y adónde.

Los que no tienen ninguno de estos proyectos y no tienen tampoco el consuelo torvo de saber que es una soledad compartida por un encierro forzado de la mitad del planeta.

¿Cómo llegarán a Septiembre?

¿Cómo tolerarán seguir en esta posición ahora que han conocido el atisbo de otra cosa?

Me acuerdo de las lluvias torrenciales de Misiones de la época de mis cinco años; me veo a mi misma en la cama, el placer supremo escuchando las trombas de agua desahogarse sobre el techo de zinc de la casa de mis padres, con la cohorte de olores de la tierra que se imbibía, como olor de pasto recién cortado; y la voz de mi padre pensando en voz alta, haciendo alusión a todos los trabajadores que se llamaban población golondrina, paraguayos en su mayoría, que, por fuerza, se quedaban sin vivienda en ese momento.

Yo no ignoraba de qué hablaba; toda esa gente vivía en chozas de cartón y chapas que se sostenían apenas sobre la barranca del río Paraná, enfrente de Encarnación. La lluvia les arrasaba la vivienda. Esa lluvia que era mi placer infinito, ruido, olores, colores, todo. Y una sensación de culpa impotente, emanada de mi sentimiento todopoderoso de ser el centro del universo y poder desencadenar la catástrofe, me impedía entonces (¡y me duró añares!) gozar simplemente de la belleza de la lluvia torrencial del verano de Posadas.

Revista Sinopsis
Fotografía de Valeria Fernandez.Título: “camino de ida”. Tomada en Chacra Mariposa, Campo Ramón-Oberá-Misiones, 16/01/2017.

Hubo un sentimiento muy extendido entre la mayoría de mis pacientes de sentir un placer inmenso en quedarse en su casa, o en una residencia secundaria, ver mucho más a todos sus seres queridos, tener otro ritmo, no tener que hacer viajes en transportes en común a hora pico, decidir de comer a mediodía con su compañero/a de vida, darse más tiempo para más cosas… y en el fondo, sintiéndose culpables de estar aprovechando la vida porque una catástrofe así estaba asolando el planeta.

Hubo, para otros, la dificultad de volver a practicar la soledad, el aislamiento, la depresión, sabiendo ahora que ya no era más lo que supuestamente todo el mundo sentía; sino que se quedaban solos con lo que les tocaba; solos con el camino de elaboración que tenían por delante. Y desolados porque con menos esperanzas.

Estos son los pacientes que más me preocupan.

Bibliografía:




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