LOS EFECTOS DE LA CUARENTENA.

Junio 11 de 2020

Lía Ricón
Médica Psiquiatra. Psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Profesora titular consulta de la Universidad de Buenos Aires

Tenemos el honor de contar en este número de Revista Sinopsis dedicado a la pandemia, con un artículo/ensayo de la Prof. Dra Lía Ricón, donde recorre con erudición los efectos del contexto actual y reflexiona sobre cómo pensar y abordar esta cuestión.

Primero no nos dejemos impresionar con el nombre de cuarentena, que se podría creer que son cuarenta días, en relación con los tiempos de algunas de las pestes y los médicos antiguos que decidieron que este lapso podría ser útil para conjurar los malos espíritus o lo que sea.
Cuarentena viene de los cuarenta días que el Cristo ayunó en el desierto y tuvo las tentaciones del demonio.
Mi propósito es tratar de entender los efectos de la cuarentena en nuestro psiquismo.
Mi primera observación sobre los efectos, en mi vida y en la de quienes me rodean (familia, amigos, personas a quienes veo desde mi profesión de psicoterapeuta, noticias que veo por TV) es que este aislamiento nos sacó del tiempo cronológico en el que vivíamos como el personaje de ¨El burgués gentilhombre¨ de Molière quien hablaba en prosa sin saberlo.
A pesar de haber estudiado desde hace mucho tiempo el pensamiento primitivo y algunos de los tiempos griegos, no había caído en la cuenta de este efecto tan importante del aislamiento.
Creo que perdimos las coordenadas que nos eran dadas especialmente por las tareas, particularmente las compartidas y las costumbres de nuestra vida cotidiana. Nos equivocamos en el día en el que vivimos, por ejemplo, recibo llamados de personas que tenían cita a una hora y en un día, que se equivocan, cuando antes no ocurría. Yo tengo que estar muy pendiente de mi calendario porque tampoco tengo esa seguridad que nos daba nuestro encuadre habitual. Cronos, el dios griego que mide el tiempo, se ha mezclado con los otros, con Aion el “diosecillo” que siempre está, que no nace ni muere y con el otro Kairós de pies alados y gran mechón en la frente. Este último se une a lo que hace muy difícil nuestra vida. Me refiero a la presentificación con luces de colores de eso que nos trajo la autoconciencia y el saber que somos mortales; la oportunidad siniestra que nos presentifica Kairós es la de ser atacados por este enemigo el Covid 19, que es totalmente fantasmático, no es percibido directamente por los sentidos pero está cobrando muertes que nos son anunciadas copiosamente por las noticias y que se extienden a todo el planeta. El carácter fantasmático y la imposibilidad de ser detectado por los sentidos hace que tengamos que encontrar mecanismos para defendernos. El primero es la negación que en general está en la base de la mayoría de las teorías conspirativas que producen un gran alivio, como las religiones. Mencionar algunas: ̈es un virus artificial¨, esto parece que lo haría más fácil de atacar y entonces tranquiliza; ¨surgió en la China a causa del vector los murciélagos y alguno otro pobre animal,̈ también tranquiliza y no está en cuestión que alguna hipótesis pueda contener una parte de verdad; ̈ las vacunas están, las tiene Bill Gates que piensa ganar millones cuando las venda después de haberlas retenido¨, los epidemiólogos están constituidos como tiranos y los médicos están obligados a diagnosticar la enfermedad para mantenernos en cuarentena, etc, etc. Todas tienen la ventaja de alejarnos de lo único temible que es la posibilidad de muerte si nos contagiamos.
Desde que se tiene registro, esta especie tomó conciencia de lo absurdo que nos resulta la condición de mortales. Esto es evidente en las tumbas en las que se encuentran objetos que servirían después de esta pérdida de toda sensación que es la muerte. Los egipcios embalsaman los cuerpos y construyen esas tumbas maravillosas que nos siguen impresionando. Menciono esto solo como un ejemplo que muestra lo que le pasa a nuestra especie con la condición de ser mortales. Sabemos como terminó de decir que la muerte es la pérdida de toda conexión. Solo eso y podemos verlo desarrollado filosóficamente por Epicuro en "Carta a Meneceo", pero no nos sirve de nada, saber racionalmente que es pérdida de toda sensación. Entiendo que los mecanismos de negación son tan importantes que nos llevarían a fantasear que no se trata de nuestra propia muerte. En realidad asistimos realmente a la muerte de los otros no a la propia.
En mi trabajo con pacientes a quienes los médicos, gentilmente, les dan un plazo de vida, nunca encontré lo magníficamente expresado por Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz: "…vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero" . Vi algunas personas que pudieron recorrer las etapas estudiadas por Kübler Ross (negación, ira, componendas, depresión y aceptación). Son las menos, lo más frecuente es que sean sorprendidos en alguna de las otras etapas. Como psicoterapeutas solo podemos acompañar y hacer lo menos penoso el pasaje a la nada sabiendo que finalmente es eso, la nada. Venimos de un largo tiempo de no existir y vamos a otro largo tiempo en el que tampoco estaremos en este mundo. Es importante entender que lo dicho tiene su parte de absurdo, ya que no sabemos a qué tiempo nos estamos refiriendo. ¿Qué será el tiempo? (Recordemos a Agustín de Tagaste quien sabía lo que era el tiempo, pero no lo podía explicar).
Termino con la digresión para seguir pensando en el tiempo en el que nos ha colocado el aislamiento. Creo que está descripto muy bien en los trabajos que se han hecho sobre pueblos primitivos, ágrafos algunos. Yo estoy familiarizada con las investigaciones de Leenhardt sobre los canacos de Nueva Caledonia, magníficamente expuestos en su libro Do Kamo, que puede traducirse por el hombre en su mismidad.
Voy a tomar lo dicho por este autor y entenderlo traducido a lo que nos pasa con este aislamiento prolongado, cuya extensión en el planeta globalizado lo hace más preocupante, ya que no hay a quien recurrir, ni a donde ir. Me enteré que Islandia no tuvo cuarentena, implementó otras medidas y le fue bien. Que suerte, pero no es un destino pensable, de modo que voy a intentar tranquilizarme yo misma y a quienes me consultan entendiendo esto que vivían los canacos, antes de la aparición de los investigadores. Una mención preparatoria de lo que habrá sido para ellos esta experiencia es la respuesta que dieron al investigador cuando les preguntó si la experiencia con los antropólogos les había dejado alguna consecuencia. La respuesta es que se habían conectado consigo mismos. De ahí el nombre del texto (do kamo). El canaco vivía en un mundo cosmocéntrico en el que él, la palmera, la canoa, el lago… eran el centro. Esto explica que se hubiera dado un pasaje a la posibilidad de un mundo antropocéntrico que es en el que nosotros vivimos.
Este primer comentario me lleva a pensar que estamos más que nunca en un mundo como el que menciona Ortega y Gasset, cuando habla del hombre y sus circunstancias. Ya no nos podemos centrar en nosotros mismos, salvo algunas especiales situaciones de estudiantes que pasan centrados en su tarea, por lo que he observado, más que en el tiempo previo al aislamiento. Entiendo que no es especialmente contracción al estudio sino una muy útil defensa.
Lo que nos perturba es que no podemos fácilmente liberarnos de las circunstancias en las que nos coloca este aislamiento forzado. Esto es obviamente mucho más difícil para las personas que viven solas. La familia u otro ocupante de la vivienda es otro con quien se puede hablar en directo y no solo a través de la imágenes de alguna de las prótesis que usamos para comunicarnos. Vuelve a tener especial vigencia el texto de Guy Debord (1931-1994) "La sociedad del espectáculo", quien en el punto 4 del primer capítulo dice textualmente: "El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes". Este es el problema, el vínculo no se da directamente sino mediatizado por la imagen.
Pero no quiero referirme solo a alguna mezcla de los tiempos griegos sino que como ya dije, al parecido que tiene nuestra situación con la del llamado tiempo mítico, estudiado por los mitólogos. Esto nos lleva a necesitar entender también otros conceptos, utilizados por Gusdorf en su libro : "Mito y metafísica", tales como cosmos, espacio, fiesta y kamo.
El cosmos mítico es una realidad directamente aprehendida, aún en algunos aspectos que puedan ser menos perceptibles por los sentidos, ya no es un caos indefinido y demoniaco. El espacio mítico, no es como puede aparecer al hombre contemporáneo un espacio indefinido que está más allá de los horizontes visibles-Transcribo a Leenhardt: "… El espacio se presenta como un conjunto heterogéneo de lugares cuya existencia se experimenta por la presencia corporal; allí donde no hay reacción de la sensibilidad frente a la resistencia del medio físico no hay espacio… El espacio no es el marco de una existencia posible, sino el lugar de una existencia real que le da sentido… El espacio primitivo es, pues, el lugar propio del hombre. El dios canaco nos va a espacios que el canaco no puede alcanzar. Están juntos los muertos, los vivos y los dioses tutelares.”
Volviendo a nuestro mundo aldeizado, podemos pensar que los objetos sagrados del canaco son equiparables a la TV en inglés para un norteamericano que entiende solo ese idioma. Cuando se ubica en su cuarto de hotel y el locutor le habla en inglés desde su país, está en casa y éste es el centro del mundo. En el universo primitivo, el centro está en todo lugar donde el hombre afirme su existencia y la circunferencia en ninguno.
La ubicación del tiempo y del espacio es mencionada también por Adolfo Colombres en su texto "Hacia una teoría americana del arte", como existente en los aymaras, quechuas y hopis. Para estas culturas el espacio se esfuma con el tiempo.
Tratemos ahora de utilizar este brevísimo recorrido por los conceptos míticos para tratar de entender mejor las características del estado emocional al que nos lleva el aislamiento producido como necesidad de protegernos decretado por un gobierno que nos está cuidando de una muerte que no tiene retorno versus un desastre económico que aunque lo pintemos con los peores colores tiene antecedentes de haber sido superado después de otras situaciones de las que podemos tener registro.
A modo de síntesis:

  1. El tiempo mítico al que estoy aludiendo, implica tiempo en bloques, tiempo y espacio cualificados. Los días no aparecen en nuestra experiencia sensorial, marcados por un calendario, sino como un día más de encierro que además no podemos contar en cuenta regresiva, porque no es definitivo ningún límite.
  2. No podemos tener un tiempo de real descanso, de relajación de la tensión con la que vivimos, porque el enemigo está ahí, no lo podemos ver ni sentir, tiene un tiempo de incubación y puede matar. Aunque sabemos que su virulencia es menor que la de otras infecciones, no sabemos, ni podemos averiguar cuánta es nuestra inmunidad, si es que la tenemos en alguna medida.
  3. No podemos implementar la negación, porque entonces flexibilizaríamos nuestra protección y podríamos producir daño en nosotros mismos o en los prójimos.
  4. No ayudaría entregarnos a la depresión porque nos privaríamos así de actividades placenteras.
  5. Intentemos, no gastar energías ni en pelear e hipotetizar sobre lo que algún gobierno podría haber hecho, porque estoicamente (los filósofos de la shoa), la flecha del tiempo nos dice que no podemos hacer nada.
  6. Tampoco es útil que utilicemos nuestra energía en cultivar la ira. En lo que hace a la responsabilidad de este capitalismo salvaje, veamos otras áreas en las que podamos actuar, no con elucubraciones individuales que suenan a pensamientos que se enroscan en sí mismos sin consecuencias.
  7. Tratemos de pelear en directo con lo que nos pasa. Cualquier desplazamiento a las teorías conspirativas y sus consecuencias, aumenta el esfuerzo y amenaza aún más nuestro bienestar.

Revista Sinopsis
Foto: Diana B. Mar del Plata 2011.




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