Lo personal es político, presentar el libro de un amigo.
Hace ya unos meses Santiago, que es un hombre muy previsor me invitó a ser parte de la presentación de este libro. Ahí nomás supe que iba a ser el cupo femenino de este panel.
Hace muy pocos días le decía a Santiago que la cuestión hoy era poder decir lo que se quiere decir.
Decir del texto, decir del autor y decir de la escritura.
Del texto ha dicho Norberto: de lo minucioso de su construcción que encuentra su origen en la tesis de doctorado defendida a fines del 16, de lo colectivo del proceso de pensamiento que da lugar a esa escritura y de la propuesta que desde allí se lanza, entiendo, hacia quienes leerán y más. “La psiquiatría en la encrucijada” pone a la disciplina en ese cruce en el que debe, o al menos puede, decidir su camino futuro. Desarrolla haciendo honor a su origen como producción académica la existencia de una propuesta paradigmática, entre-vista por Juan Carlos Stagnaro (“como un cometa en un cielo estrellado” dice el texto) que guió la producción y la práctica de la psiquiatría a fines del siglo pasado (y que aún hoy la influencia) y luego propone otro camino que no es más ni menos que el modelo antropológico en psiquiatría.
El autor se nombra y dice escribir desde “mi identidad de psiquiatra clínico, de médico comprometido ante todo con la tarea asistencial y con la docencia; con el paciente y con el estudiante de medicina”. Hace ya unas décadas que conozco a Santiago en esas y otras identidades. Santi es músico, amigo-hermano, socio, estudiante crónico, docente, lector que disfruta de la materialidad de los libros, gran asador, padre de sus chicos, compañero enamorado de Carolina, humano de Pampita (su border collie que lleva a otros en su nombre).
Y es un tipo muy trabajador. Levín trabaja trabaja trabaja, escribe escribe escribe, prepara clases prepara clases prepara clases, ve pacientes ve pacientes ve pacientes, se reúne se reúne se reúne. Y entonces resulta ser que, con sudor y talento, después de hacer tantas cosas, inicia su proyecto de doctorado, defiende su tesis y hoy nos pone a leer este libro.
Este es un libro escrito en tiempos difíciles, tan difíciles como tantos otros, pero como bien dice el autor, esta es la época difícil que nos toca. Si habremos dicho en estos años “Vivimos tiempos muy contemporáneos Don Inodoro” citando a ya sabemos quién. Época de insistente ataque a lo colectivo, de escasos ofrecimientos generosos, de escaso tiempo para compartir, de falta de cobijo. Este libro se opone tozudamente a esos males de estos tiempos.
Y la escritura de este libro. Quisiera poder situar en la escritura de este libro una mirada estrábica, que apunte para allá.
“Prefiero usar palabras sencillas, pero eso tal vez sea mero cansancio mío, o un artificio más. Cada poeta tiene que encontrar su retórica, o mejor dicho cada tema impone su retórica al poeta, cada fábula va llevando al poeta a decirla del modo que ella quiere.” (Jorge Luis Borges, “Borges en la Escuela Freudiana de Buenos Aires “, “El poeta y la escritura”. Ed. Agalma, Bs. As., 1993, pág.123.)
Hay un camino entre la tesis de doctorado y el libro que, entiendo, excede en mucho la prolijidad o el oficio editorial. En ese recorrido aparece en plenitud la primera persona del singular, la implicación del autor que se embarra (en el barro de la historia, digamos) particularmente en esos tramos en que su hacer es más detallado, técnico y minucioso. Y emprende el camino de ida de su definición ética y política en el espinel de la psiquiatría hoy. Hace tiempo que no hay vuelta atrás para los que ya tenemos unos años, tantas veces hemos explicitado quienes somos en nuestras producciones, en nuestra clínica y en nuestro modo de andar por el mundo. Santiago lleva más lejos aún este ejercicio de hacer explícita su posición y escribe este libro. Este libro lo muestra comprometido con la honda responsabilidad frente al sufrimiento de aquellos a quienes asiste, con la vocación de formar y trasmitir a los más jóvenes y con la clara voluntad de tomar un lugar protagónico en una construcción colectiva de la que ya es parte.
El libro tiene palabras hermosas: candidato, entrañable, pertenencia, potencia, puente. Hay amor por las palabras en este libro.
Y como lo personal es político y lo que pasa puertas adentro define y sostiene lo que pasa en público, entiendo que es precisamente allí, en un vínculo estrecho y amoroso donde esta “fábula lleva al poeta a decirla del modo que ella quiere”. Carolina Kenigstein es la compañera de Santiago Levín, es con quién arman familia con hijes, con sobrinos, con hermanos, con padres, con gato, con perros y con los extranjeros que somos allí siempre bien recibidos. Y Carolina también es escritora, exquisita editora, catadora de té y gran amiga. Y habiendo leído esto y aquello, la tesis y el libro les cuento que este libro se escribe en ese encuentro, en esa mutua influencia que respeta lo diferente y único de cada uno, en ese lazo de amor que permite ser con otro y dar cauce a lo propio.
Hay en este libro un estilo. Hay en este primer libro un autor.
Buscar una cosa/es siempre encontrar otra.
Así, para hallar algo,/ hay que buscar lo que no es.
Buscar al pájaro para encontrar a la rosa,/ buscar el amor para hallar el exilio,
buscar la nada para descubrir un hombre,/ir hacia atrás para ir hacia delante.
La clave del camino,/ más que en sus bifurcaciones,
su sospechoso comienzo/o su dudoso final,
está en el cáustico humor/de su doble sentido.
Siempre se llega,/ pero a otra parte.
Todo pasa./Pero a la inversa.
(Roberto Juarroz, Poesía vertical XII, 15)