Rodolfo Palacios: “Robledo Puch es un tipo que vive entre la lucidez y el delirio”.
El arte de la entrevista, un encuentro con Rodolfo Palacios
* Federico Pavlovsky, Rafael Groisman
Hoy inauguramos este espacio del Dispositivo Pavlovsky que quizás llegue, con el tiempo, a configurar un lugar de encuentro multidisciplinario. En esta ocasión tenemos el gusto y el lujo de recibir al periodista y escritor Rodolfo Palacios. La pregunta que nos surge, - quizás un poco humorísticamente - , es si esta reunión es algo así como ¨tomarnos un descanso¨ de la psiquiatría, o si justamente, -y por el contrario-, el arte de la entrevista no constituye , en verdad, el núcleo mismo de nuestra disciplina.
Rodolfo Palacios, periodista y escritor argentino, nació el 22 octubre de 1977 en Mar del Plata. Es periodista desde 1995. Trabajó en el diario La Razón y en las secciones policiales de los diarios El Atlántico de Mar del Plata, Perfil y Crítica de la Argentina. A su vez colaboró en La Maga, Playboy, Caras y Caretas, Brando, Ñ, Muy Interesante, 7 Días, Orsai y en la revista Society de París. Fue subeditor de Información General de la revista Noticias y secretario de Redacción de la revista El Guardián. No sorprende luego de recorrer su obra que en la beca Clarín se desempeñó en la sección de Policiales. Realizó una gran investigación periodística para la serie “Historia de un clan” y formó parte del equipo autoral. Ha colaborado también en medios televisivos y radiofónicos.
De la mano de su trayectoria periodística, en lo literario, ha publicado ensayos y biografías. Entre sus libros más célebres podría mencionar a El Ángel Negro, vida de Robledo Puch, asesino serial; Pasiones que matan, 13 crímenes argentinos; Adorables criaturas, crónicas grotescas de ladrones y asesinos; Conchita, el hombre que no amaba a las mujeres; Sin armas ni rencores, El robo al Banco Río contado por sus autores, y El clan Puccio. También es autor de dos biografías de la colección 200 Argentinos, Vida, Pasión y Muerte (1810-2010), dirigida por Jorge Lanata para la revista Veintitrés. Trabajó como editor en los libros Paracaídas & Vueltas, de Andrés Calamaro, y Senderos extraviados, de Enrique Symns.
En una nota en infobae en 2017 el periodista detalla: "Me interesa la segunda vida del asesino, ver qué pasa después de matar"
“¿Cómo empezó ese interés por las historias de personas que asesinan o roban?
-Empecé laburando en un diario de Mar del Plata que se llama El Atlántico y hacía deportes, porque fue mi primera pasión. Boxeo y fútbol sobre todo, aunque a veces cubría un poco de todo. Era cubrir desde un accidente hasta una calle con un bache o un caso policial. Mi primera vez en casos policiales fue en el 97, cuando mataron a una mujer que salió a hacer los mandados y fue un camino de ida” (1).
En el encuentro el periodista comentó cuál fue el impacto que ha tenido en él el vínculo estrecho con sus entrevistados. Planteó la escritura como un modo de sacarse la “mochila” que le produce todo lo vivido en esa relación, pero imprescindible para poder plasmar en sus textos lo vivenciado con los presos.
El relato que Palacios hizo de cómo lleva adelante esos encuentros remeda el modo de una libre asociación y la conocida atención flotante por parte del entrevistador. No aparece la pregunta directa sobre el hecho sino que en el recorrido del relato, de las conversaciones, del vínculo, de los silencios, se asoma, se deja entrever aquel/aquellos acontecimientos que terminan con el entrevistado tras las rejas. Su primer contacto es epistolar.
Los encuentros son en la cárcel, mientras cumplen largas condenas, no en aquellos momentos de mayor exposición en los medios. A Palacios le importa qué pasa con ellos luego del hecho, en la “segunda vida” como él la llama.
El periodista habló de sus experiencias al entrevistar a los ladrones del robo del siglo, relatado en su libro “Sin armas ni rencores”, comentando su percepción del líder del grupo y las características peculiares de su personalidad que sobresalen de otros casos estudiados por él. Al ser consultado por sus preferencias de escritor, comentó que a la hora de escribir “lo que me alimenta es la ficción”.
Todas las novelas, y las grandes películas sobre asaltos y crímenes fueron sus fuentes.
En el encuentro el periodista también habló del impacto que tienen sus libros y artículos en sus entrevistados. Aunque no es habitual, en algunos casos envió una copia previa a ser publicado el libro a los protagonistas de sus historias. Incluso en ocasiones incluyeron párrafos y pudieron editar sobre lo que de ellos se había escrito, pero no siempre. Y trazó un paralelismo entre la labor de periodista y la del psiquiatra, en tanto que ambos, ya sea por el secreto profesional o por las consecuencias que pueda tener revelar cierta información, los lleva a preservar al paciente/entrevistado. Así como también la escucha es intentando suspender el juicio moral a la hora de entablar el vínculo.
La cuestión de la culpa de los distintos entrevistados fue otro tema que surgió durante el encuentro. Palacios comentó que le generó sorpresa el lugar que la culpa ocupa en cada uno de sus entrevistados, o mejor dicho, su ausencia, y la aparición de la liberación o la exaltación luego del hecho, el lugar del sexo también en relación a la muerte. El diálogo, -diverso y participativo-, entre Palacios y los asistentes , incluyó desde el caso Robledo Puch hasta la referencia a Raskolnikov de Crimen y Castigo.
El tema del género también fue recorrido en el espacio, a partir de la diferencia con la que los medios tratan cuestiones vinculadas a delitos cometidos por hombres o mujeres. A partir de acontecimientos recientes Palacios recordó la diferencia en el tratamiento o en las palabras elegidas antes de que apareciera el término femicidio.
Lo enriquecedor de la actividad fue que nos permitió escuchar y pensar cuestiones que si bien parecen lejanas o ajenas a nuestra disciplina, nos llevan a reflexionar sobre nuestra práctica, y también respecto de los posibles encuentros y “cruces” entre la labor periodística y la terapéutica. El arte de la entrevista surgió como un punto en común, así como también el compromiso desde y con la subjetividad de todos los participantes.