Virtualidad y psicoanálisis.

Lic. Juliana Negrello .
Psicóloga. Residente 3° año en Colonia Nacional Manuel A. Montes de Oca. Año 2020.

Resumen.
El presente trabajo se enmarca en el contexto de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio por la pandemia de COVID-19. La modalidad del mismo será revisión bibliográfica, bajo la perspectiva del psicoanálisis de orientación lacaniana. Acorde al eje elegido, el desarrollo estará relacionado con la atención virtual y sus particularidades. Asimismo, la pregunta desde la cual se orientará esta investigación será: ¿qué posibilidad existe de llevar a cabo un psicoanálisis bajo esta modalidad?

Este tipo de atención, también conocida como teleasistencia o ciberanálisis-, generó controversias entre quienes practican el psicoanálisis desde el comienzo, habiendo quienes la eligen sin problemas y quienes tenían sus objeciones por los más diversos motivos que serán desarrollados luego. Se realiza casi siempre de forma telefónica o por videollamada, dependiendo de los medios y preferencias tanto del paciente como del profesional. En el caso de la atención por Consultorios Externos para adultos de la Colonia Nacional Montes de Oca, por ejemplo, la atención es únicamente telefónica, teniendo en cuenta que gran cantidad de pacientes no cuentan con los medios para realizar videollamadas (como internet y dispositivos con cámara). De esta manera, se realiza una atención a distancia que posibilite la continuación del tratamiento de forma inclusiva, sin dejar de lado la asignación de horarios específicos de turnos y la importancia de la privacidad en estos llamados, con el fin de que el encuadre pueda ser respetado.

¿Se sostiene un espacio estrictamente psicoanalítico de esta manera? ¿Qué lugar se le da al cuerpo en un análisis sin cuerpo presente? ¿No está presente el cuerpo entre las palabras? ¿Cómo se lleva a cabo este tipo de entrevista, hay alguna recomendación? ¿Qué efectos tendrá esta nueva modalidad, actualmente generalizada?

Lo que motiva esta investigación es entonces cómo concebir dicha atención en este contexto, ya sea por llamada telefónica o videollamada, donde “aggiornarse” a la época ya no es una elección sino una necesidad.

Palabras clave
Ciberanálisis, teleasistencia, entrada en análisis, regla fundamental, atención virtual.

Introducción

El presente escrito se enmarca en la situación actual de aislamiento social preventivo y obligatorio, debido a la pandemia de COVID-19. Esto produjo el cese de muchas actividades laborales o, en otros casos, el cambio de modalidad. Actualmente, las reuniones (no solo laborales) se realizan en “salas” creadas en la virtualidad de distintas aplicaciones y plataformas. La salud mental no queda por fuera de esto, siendo necesaria la adaptación de las formas de atención en el caso de la consulta ambulatoria. Las variables en juego empiezan a cambiar respecto del clásico consultorio en el cual se trabajaba con una presencia física.

En el caso de la atención por Consultorios Externos para adultos de la Colonia Nacional Montes de Oca, por ejemplo, la atención es únicamente telefónica, teniendo en cuenta que gran cantidad de pacientes no cuentan con los medios para realizar videollamadas (como internet y dispositivos con cámara). De esta manera, se realiza una atención a distancia que posibilite la continuación del tratamiento de forma inclusiva, sin dejar de lado la asignación de horarios específicos de turnos y la importancia de la privacidad en estos llamados, con el fin de que el encuadre pueda ser respetado.

Ahora bien, ¿qué posibilidad existe de llevar a cabo un psicoanálisis bajo esta modalidad?. Esta pregunta orientará la investigación, a partir de variables como el encuadre, la regla fundamental, la transferencia y el uso del diván. Es cierto que hay opiniones encontradas al respecto, desde la postura que considera dificultosa una orientación estrictamente psicoanalítica con una pantalla mediante, hasta aquellos que elegían hacerlo antes de que esta sea la única opción. En este contexto, "aggiornarse" a la época ya no es una elección, sino una necesidad.

Revista Sinopsis
Foto: Diana B. Mar del Plata. 2012

Metodología.

Para este escrito, el método elegido será una revisión bibliográfica en torno a la temática del ciberanálisis en sus distintas modalidades actuales (llamada telefónica o videollamada), y la posibilidad de sostener un encuadre acorde, desde la perspectiva psicoanalítica de orientación lacaniana. Además, se realizará un breve recorrido teórico por distintos textos no tan nuevos pero a su vez muy actuales, en los cuales se piensan las coordenadas para llevar a cabo un análisis, así como algunos artículos de autores contemporáneos que contemplan directamente la temática.

Resultados.

¿Ciberanálisis? Este neologismo comenzó a escucharse con más frecuencia en los últimos meses, producto de las modalidades de atención a distancia que tuvieron que ser adoptadas por los psicoanalistas debido al aislamiento social preventivo y obligatorio por COVID-19, así como en otras disciplinas se tuvo que adoptar también una modalidad de asistencia online. Si bien hay muchos psicoanalistas que ya lo realizaban, ya sea por largos viajes o mudanzas, muchos otros criticaban duramente esta modalidad.

Ahora bien, ¿desde qué lugar oponerse a la atención virtual? Una primer cuestión a pensar para hablar de un psicoanálisis propiamente dicho es la entrada en análisis, dado que, en caso de no producirse, no hablaríamos aquí de ciberanálisis sino únicamente de entrevistas virtuales, teleasistencia, tratamiento online, etc, con orientación psicoanalítica en todo caso. En Sobre la iniciación del tratamiento (1913), Freud explica la importancia de las entrevistas preliminares como una suerte de “período de prueba” en el cual, citándolo: “uno sólo ha emprendido un sondeo a fin de tomar conocimiento del caso y decidir si es apto para el psicoanálisis”. Este ensayo igualmente es considerado un comienzo del psicoanálisis, diferenciándolo con la entrada al dispositivo analítico por el hecho de hacer hablar únicamente al paciente, sin realizar intervenciones ni esclarecimientos aún. En estas entrevistas, hay un consultante que llega con una demanda (¿de alivio?) singular en cada caso, muchas veces en una posición de queja, sin implicarse en su padecimiento. La entrada de análisis se trata en cambio de un movimiento que conmueve esa posición, siguiendo a Reynal en su artículo El tiempo de la entrada en análisis: “La entrada en análisis puede o no producirse. Para que ocurra, hay un saber que debe ser conmovido para que se introduzca una pregunta, para que se genere un enigma. La intervención analítica podrá hacer lugar o no a la división subjetiva y situar al consultante en posición analizante”. Con estos argumentos, se puede considerar posible hasta aquí el ciberanálisis, tanto en entrevistas preliminares como en la entrada al análisis, dado que la modalidad no sería un obstáculo para la palabra.

Por otro lado, se habla a veces de la importancia del uso del diván que, si bien no es utilizado por todos los pacientes, es un componente habitual en el psicoanálisis, especialmente en el ámbito del consultorio privado. El diván comenzó a ser utilizado por Freud y luego se hizo extensivo al resto de los psicoanalistas, quienes hipotetizaban distintos motivos para su aplicación, como son la exclusión de lo escópico, la incomodidad que pueda suscitar la mirada (del analista o del analizante), cierta idea de “disminuir las resistencias” al no estar frente al analista, o el intento de “evitar” lo imaginario en la práctica del psicoanálisis, cuando en realidad se trata de una dimensión que, en mayor o menor medida, es parte del dispositivo. Freud en realidad explica que su decisión tiene que ver con la incomodidad que le generaba la mirada de sus pacientes luego de tantas horas de trabajo, por lo que prefería excluir esta variable. Es cierto que esto tuvo sus efectos, no es lo mismo un análisis sentado frente al profesional que de espaldas y recostado, donde se excluye no sólo la mirada sino también los gestos, movimientos, toma de notas, etc. Hay quienes propusieron la llamada telefónica para aquellos pacientes que acostumbraban usar el diván, como un modo posible de “excluir la mirada”. Esta es una posibilidad, pero que debe ser siempre contemplada desde el caso por caso y no considerarse una regla a seguir sin excepción. Si se tomase esto como una indicación a seguir estrictamente, se corre el riesgo de una “obsesivización” de la práctica, como suele ser muy criticado a los postfreudianos, quienes siguieron de forma rígida algunos consejos, como formas de vestir, de saludar o incluso de intervenir, con el fin de lograr una práctica lo más “pura” posible, intentando excluir todo aquello que pueda introducir una diferencia o que permita vislumbrar algo de la subjetividad del analista: gustos personales de vestimenta o decoración, intervenciones no calculadas, etc. Esto impide la plasticidad necesaria para practicar el psicoanálisis, en tanto “moldea” una forma única de trabajar y no contempla la singularidad del caso. Al mismo tiempo, se plantea la pregunta sobre la presencia del cuerpo, que sería condición para que ese psicoanálisis sea posible. Siguiendo a Muñoz (2014), “El cuerpo es crucial, es decir se cruza, se pone en cruz del modo y momento menos pensado. Y es aquí, también lo que se cruza ante la posibilidad de un ciberanálisis. La pregunta se desliza: ¿es posible un análisis sin cuerpo?”. Sobre esta pregunta descansan, no sin motivos, gran parte de las críticas. ¿Qué lugar tiene el cuerpo a través de una pantalla? En este mismo escrito, Muñoz plantea la posibilidad de continuar un análisis desde la virtualidad en caso de que algún paciente realice un viaje o una mudanza que imposibilite continuar la atención presencial, pero siempre, según el autor, a condición de que en algún momento ese cuerpo, físico, haya pasado por el consultorio, haya tenido una presencia en sentido estricto. Pero, ¿por qué habría que pensar el cuerpo físico como única forma de presencia? Este punto será retomado luego.

¿Puede pensarse también a la imagen virtual como cierto soporte imaginario, pero que haga las veces de “cuerpo”, o que al menos se acerque a una presencia más efectiva? ¿Qué pasa con aquellos pacientes que no cuentan con los medios para abrir una cuenta en una de las tantas plataformas que hay? ¿Deja acaso de tener el sostén del cuerpo? En el caso de la atención por consultorios externos de la Colonia Montes de Oca, la atención se acordó telefónica atendiendo a esta variable, ya que sería reduccionista pensar el ciberanálisis sólo con una conexión Wi-Fi acorde y una computadora o celular enfrente. Casualmente, se trata de la misma modalidad utilizada algunas veces en los casos de pacientes que utilizaban el diván pero, en este caso, no es una opción a pensar en el caso por caso, sino que se trata de una única modalidad posible. Al tratarse de un dispositivo público, hay variables que se entrecruzan a la atención telefónica, permitiendo preguntas más allá de atender o no de esta manera, sino también considerar la posibilidad de un espacio privado e íntimo en el domicilio para tener la sesión. Esto es fundamental a la hora de preservar cierto encuadre para el trabajo, teniendo en cuenta que hay quienes conviven con su familia en una misma habitación. Al atender esta variable, se puede acordar cierto horario o espacio en el que esto sea factible, generando una privacidad semejante a la del consultorio. Asimismo, hubo pacientes con los cuales algo de la distancia fue introducido incluso antes de que exista como única opción, como es el caso de una consultante que, durante la presencialidad, elegía escribir cartas y luego trabajar al respecto, ya que refería una dificultad a la hora de poner en palabras “cara a cara” aquello que la aquejaba. Hay otros casos en los cuales sin embargo, no resulta posible sostener el espacio bajo esta modalidad, dado que la presencialidad o la imagen dan un soporte de mayor confianza para algunos pacientes, dificultando la posibilidad de asociar libremente que es, en resumidas cuentas, la regla que hace al psicoanálisis. Es en estos casos en los cuales la posibilidad fue quizás una teleasistencia y no un análisis (no en todos los casos es posible la entrada al dispositivo), llevando a cabo un seguimiento a modo de entrevistas. Ahora bien, teniendo en cuenta estos desarrollos, ¿qué argumentos tenemos para llevar a cabo el “ciberanálisis”? Para empezar, sería pertinente preguntarse qué es la clínica psicoanalítica. Esta pregunta es respondida por Lacan en Apertura de la sección clínica (1977) de un modo muy sencillo: “La clínica tiene una base: es lo que se dice en un análisis”. Lo que se dice es su base, o sea que se construiría sobre los dichos del analizante. Esto concuerda además con la regla fundamental planteada muy tempranamente por Freud (1913), la cual se basa en decir aquello que se le pase por la mente, sin importar si es considerado o no pertinente para el tratamiento. Él mismo aclara que es una regla que en algún momento se rompe por las resistencias del paciente, pero no deja de lado que “el tratamiento psicoanalítico tiene que sobreponerse a todas las consideraciones, porque la neurosis y la psicosis son desconsideradas” (Freud, 1913, pp. 137). De este modo da cuenta de que, si bien se trata de una regla que muchas veces no se cumplirá por parte del paciente, se debe tender a cumplirla, dejando de lado las consideraciones otorgadas por la resistencia. Si fuera posible acotarse a esta explicación, el ciberanálisis es por entero factible incluso en su modalidad telefónica dado que lo fundamental es dar lugar a la palabra sin mayores reservas, se trata de lo que se dice en un análisis, y esto sería posible personalmente o a la distancia; pero resta aún considerar la cuestión del cuerpo como una objeción. De acuerdo con Muñoz (2020), el cuerpo entra en juego interrogando la posibilidad de un “ciberanálisis”. Pero, ¿de qué cuerpo se trata para el psicoanálisis? ¿Es necesariamente el cuerpo físico el que se considera? ¿Hablamos del cuerpo físico o del cuerpo en tanto atravesado por la palabra? Efectivamente, el cuerpo entra en el terreno del psicoanálisis, es tocado, pero no físicamente sino por el significante. El cuerpo con el que trabaja el psicoanálisis es aquel afectado por lo simbólico, que a partir de esto pierde su condición únicamente natural para devenir humano.

Revista Sinopsis
Fotografía por Valeria Fernández.Título “guardavidas”. 10 de enero del 2017, Lucila del Mar

Finalmente, la cuestión de la técnica. ¿Qué hacer con quienes utilizaban el diván? Como ya se mencionó anteriormente, hay algunas indicaciones al respecto, pero existe el riesgo de culminar en un “manual de recomendaciones” que oriente de forma estricta el quehacer del analista. Es importante en este punto no olvidar lo conceptualizado por Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958) donde explica, con terminología bélica, la táctica, estrategia y política en relación a los distintos grados de libertad con los que se cuenta. Justamente la táctica, pensada al nivel de las intervenciones, conlleva el mayor grado de libertad: no hay una respuesta unívoca ante la pregunta de qué hacer, sino que tomará distintas formas cada vez. Una misma intervención no tendrá igual efecto dos veces. Acercándose a la época actual: no se puede indicar un modo idéntico de intervención en todos los casos, cómo reemplazar la cámara por la llamada telefónica siempre que se usa diván: con algunos será útil, con otros contraproducente, y con algún otro no será una gran diferencia. Difícil predecirlo. Por eso se trata del grado máximo de libertad: el analista elige de qué manera intervenir, y el pago que realiza será con sus palabras. A esto le sigue, en un menor grado de libertad, la estrategia, que se corresponde con el manejo de la transferencia. Si bien la intervención no está atada a ninguna indicación específica, el analista va a hacerlo desde determinado lugar que le sea dado a partir de la transferencia. Por eso, a este nivel el pago es con su persona, quedando tomado allí. Finalmente plantea un nivel de menor libertad, determinante: la política. Esto se refiere a la ética, orientado por la pregunta ¿para qué?. La libertad en este nivel se pierde porque justamente el pago será con su juicio más íntimo: se sitúa no desde su persona sino desde su carencia en ser, lo que conduce a que en el análisis no se trate de una intersubjetividad, de dos personas hablando, sino de una constante disparidad subjetiva, donde el único sujeto en juego será el analizante.

“Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época(...) Que conozca bien la espira a la que su época lo arrastra” (Lacan, 1953, pp. 308). Frase muchas veces citada al hablar de un analista que esté “a la altura de su época”. No se trata aquí de dejarse llevar por lo que la época impone: la urgencia, la pregnancia del saber sobre el padecimiento del otro, la rápida y eficaz respuesta. Por el contrario, se trata de estar advertido del lugar al que la época conduce para poder correrse de allí. Si se trata de “aggiornarse” a la época, no se está hablando de identificarse a un “modelo” de analista a seguir, sino por el contrario, de la plasticidad propia del psicoanálisis, sin cerrarlo a una única forma, sin “obsesivizar” la práctica a un modo estanco y, por sobre todo, dándole lugar a lo singular no sólo del caso por caso, sino cada vez.

Conclusiones.

Este escrito fue un intento de dar cuenta no sólo de si es factible realizar un tratamiento psicológico a la distancia, sino más bien de si es posible pensar un psicoanálisis en el sentido estricto, a partir de estos medios. No es nueva la atención virtual, ya que varios analistas la realizaban con motivo de viajes o mudanzas de sus pacientes, siendo al mismo tiempo criticada por muchos otros y, además, a condición de que el analizante haya estado al menos una vez en el consultorio físico. En el actual contexto de pandemia por COVID-19, la virtualidad no discriminó entre psicoanalistas, terapeutas cognitivos conductuales, gestálticos, sistémicos, etc. También surgieron inquietudes de aquellos que no acostumbraban utilizar esta modalidad, lo cual invitó a repensar la técnica, evitando caer en protocolos y formas cristalizadas de atención, que en muy poco se parecen a lo que se supone que es un psicoanálisis. Respecto de las objeciones de aquellos que se negaban a dar paso a la virtualidad en su consultorio para no salir de la clásica sesión presencial, ¿no termina siendo otro modo de la tan temida “obsesivización” de la práctica, tal como el tiempo estrictamente pautado, los protocolos inamovibles o aquellas costumbres tan criticadas a los postfreudianos? ¿Sólo hay una única manera de practicar el psicoanálisis, tratándose de una disciplina que invita constantemente a la pregunta y lo diverso?

Si la base de la clínica psicoanalítica es lo que se dice en un análisis, es posible un “ciberanálisis”, sin dejar de lado el cuerpo en tanto atravesado por el significante y, por supuesto, atendiendo la regla fundamental. Dicho modo de atención, no tan nuevo pero ahora generalizado, probablemente tenga sus efectos, pero estos no serán conocidos sino après-coup.

Bibliografía:

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