Conversaciones entre colegas
Dra. Liliana Mato, Presidenta del Capítulo de Trastornos de la conducta alimentaria y Cultura contemporánea y la Dra. Laura Sobredo, Presidenta del Capítulo de Salud Mental de la Mujer.
En esta sección quisiéramos compartir encuentros entre colegas que se des formalizan y se proponen como nuevos modos de intercambio de experiencias que escapan a las asimetrías de la trasmisión del saber.
Dos médicas psiquiatras conversan, café mediante, de sus recorridos profesionales y de cómo decidieron dedicarse a cierto campo de la psiquiatría. En la liviandad de la charla se abre la posibilidad de intercambiar y de encontrarse, con sorpresa, en la experiencia de la interlocutora.
Inauguran estas conversaciones la Dra. Liliana Mato, Presidenta del Capítulo de Trastornos de la conducta alimentaria y Cultura contemporánea y la Dra. Laura Sobredo, Presidenta del Capítulo de Salud Mental de la Mujer.
LS Yo quería preguntarte cómo fue que te dedicaste a trabajar con personas con trastornos de la alimentación?
LM Cuando hacía mi formación en el Hospital Piñero, me interesé especialmente por el tema de las Psicosis en la adolescencia. Trabajaba con cuadros graves, y en una ocasión me derivaron una adolescente que estaba internada con diagnóstico presuntivo de esquizofrenia. Ella se había aislado mucho, vivía muy encerrada en su cuarto y era una muchachita que se levantaba de noche a comer comida congelada. Comida que sacaba del freezer, la comía, vomitaba y terminaba desmayada en el baño. Después de las entrevistas con ella y su familia, era claro que se trataba de una situación muy difícil pero no padecía una esquizofrenia. Al empezar a atenderla necesité investigar y estudiar sobre bulimia, tema que no habíamos estudiado ni en la facultad ni tampoco en la formación en Psiquiatría y en Psicoanálisis que venía realizando, te estoy hablando de hace más de 30 años atrás. Se trataba de una muchacha con muchas dificultades en los vínculos familiares y sociales, que presentaba estas conductas alarmantes desde lo fenoménico, tan impactantes como los momentos en los que se levantaba, comía ravioles congelados, llegando en ocasiones a vomitar sangre por las lesiones que se auto provocaba. Conductas sumamente bizarras, digamos, sorprendentes, que tenían el trasfondo de que ella quería ser flaca y “quería ser flaca” como una forma de ser aceptada por su grupo y mejorar su vida de relación.
LS Alguna vez te escuché decir que un tema que siempre estaba presente, era el de la inclusión. ¿Era eso lo que esa joven buscaba o necesitaba?
LM Claro, empecé a recibir otras pacientes con cuadros de anorexia y/o bulimia, que si bien los pensamos como fenómenos clínicos complejos múltiplemente determinados por factores psicológicos, familiares y biológicos, toma especial relevancia el aspecto cultural: la búsqueda de “ser flaca” como búsqueda de reconocimiento, la necesidad de ser incluidas, de poder ser aceptadas.
Estos cuadros empiezan a ser muy preocupantes debido a su progresivo aumento y también a causa de las serias complicaciones clínicas que presentan, empiezan a ser tratados desde distintas disciplinas.
Como te decía, no habíamos estudiado estos temas en la Facultad, tampoco en mi adolescencia se hablaba de ellos. A partir de ahí, me empieza a interesar muy especialmente cómo los modos de enfermar y los modos de presentación del sufrimiento pueden ser también, construcciones sociales históricamente determinadas. Los modelos de belleza que se proponen desde lo cultural impactan en la subjetividad, y te diría que más que mecanismos de identificación basados en el amor, los pienso como recursos desesperados por temor a la exclusión, en un contexto con fuerte pregnancia de la imagen y una sociedad que normatiza cómo deben ser los cuerpos…
…Y vos como llegaste a tu interés por trabajar con mujeres?
LS Yo trabajé durante muchos años en la clínica con mujeres sin pensar realmente que había alguna especificidad allí. Durante todo el tiempo de la formación en la carrera de especialistas en psiquiatría, en la formación psicoanalítica, en los inicios de mi trabajo como docente en el Departamento de salud mental de la Facultad de medicina fue así. Yo venía teniendo una inclinación por el trabajo como psiquiatra y como psicoterapeuta con paciente graves, con patologías psicóticas, esa era la clínica que más me convocaba. Y en cierto momento coinciden en mi vida dos cuestiones: en la Facultad vuelvo a ser docente de una materia de primer año (1) que se llama salud mental. Y casi al mismo tiempo empiezo a trabajar en un organismo de derechos humanos, recibiendo pacientes en el consultorio que habían sido víctimas de graves violaciones a los derechos humanos. Y en ese ámbito, azarosamente, empiezo a conocer a mujeres “pacientas” que han sido víctimas de tortura. Volviendo a la Facultad, hago allí la propuesta bastante irreflexiva, por cierto, de incluir la perspectiva de género, de algún modo, al menos en una clase en la formación de los médicos de nuestra Facultad. En esa época empiezo a entender que, hay impactos diferenciales en varones y en mujeres en su recorrido por las instituciones y en contacto con los médicos también. No pensaba más lejos de ese orden binario en aquel momento, hace ya casi quince años atrás. Entonces habló con el titular de la materia y me dice: “Bueno, escribilo”. Esa era la mejor respuesta que podía tener y también la que me obligaba a poner a andar mi propia propuesta. Y en la otra punta del mundo, de mi mundo, en el organismo de derechos humanos me convocan a trabajar en un proyecto sobre el proceso de justicia por los crímenes de la última dictadura. Ahora pienso que llegó por un lado bastante oscuro a mi encuentro de la clínica más específica con las mujeres. O luminoso según como se lo mire. Ese era un proyecto que incluía la cuestión de imputar en los juicios por los crímenes de lesa humanidad las violencias padecidas por las mujeres de modo diferencial. Que se pusiera de manifiesto en el proceso penal que la violencia que vivieron las mujeres durante la última dictadura fue distinta de la que vivieron los varones.
LM ¿En qué sentido?
LS En el sentido de que, las prácticas de subjetivación y de sometimiento que padecían durante las detenciones no eran iguales para los varones y para las mujeres. Que había una cuestión de género en juego en esos escenarios. Lo que motivaba la necesidad de conceptualizar y de encontrar herramientas en el proceso de justicia para esas diferencias eran los propios dichos de las mujeres que en las entrevistas con los abogados que las representaban contaban hechos que nunca antes habían podido mencionar y decían: “Bueno pero de lo que me pasó a mí, hay algunas cosas que me pasaron que yo nunca conté” o “Yo te voy a contar ahora algunas cosas, pero en un juicio oral nunca lo dije porque no quiero que las escuche mi familia”.
Tomado de https://www.pexels.com/es-es/foto/adulto-blanco-y-negro-de-perfil-estudio-972325/
LM ¿Te referís a las violaciones?
LS Sí, a las violaciones y a muchas otras formas de abuso sexual que estaban invisibilizadas y que mucho tiempo después se podían leer de otra manera y ver que los varones y las mujeres habían padecido cosas distintas. Se empezaba a poder escuchar algo de eso. También había un pedido de estas mujeres de que las condenas tuvieran ese diferencial, que los responsables fueran penados por los delitos que habían cometido.
Estas cuestiones me hicieron necesario escribir. Porque estaba el compromiso en la Facultad, aquella propuesta de “escribilo”, cosa que trabajosamente hice. Empecé a leer a las feministas que nunca había leído concienzudamente y organizamos esa actividad en la Cátedra y tuvimos un apunte que se llamó “Cuestiones de género para estudiantes de medicina”. Y también me convocaron a un trabajo de escritura sobre la violencia en los centros clandestinos de detención, que resultó el capítulo de libro: HACER JUSTICIA Nuevos debates sobre el juzgamiento de crímenes de lesa humanidad en la Argentina (2), que escribimos con dos queridas y talentosas compañeras, socióloga y abogada.
Y resultó ser que esos dos textos fueron muy útiles uno en el Departamento de salud mental y el otro en el proceso de justicia. Son dos producciones pequeñas, que son de modo más o menos literal colectivas (uno tiene tres autoras y el otro solo fue posible en el marco de la Cátedra) y que tuvieron algún impacto en la realidad. En la Facultad, unos años más tarde se reformularía el programa oficial de la materia y este tema iba a quedar incluido en el programa de todas las cátedras del Departamento de psiquiatría y salud mental. Esa clase es una actividad que seguimos haciendo con los estudiantes y que ha ido cambiando mucho cada año que pasa. Hay en los estudiantes y en los docentes un nivel de conciencia de lo injusto de la falta de equidad de género mucho más contundente. En los inicios fue una clase que abría interrogantes, hoy está más ligada a conceptualizar lo que ya es una experiencia para eso jóvenes. El sistema de administración de justicia es una estructura un poco más difícil de impactar, digamos, pero ha habido decisiones importantes para las mujeres víctimas de violencia de género en el marco de los crímenes de la última dictadura que tuvieron que ver con ese trabajo que hicimos hace ya años. Y mi trabajo como psiquiatra cambió porque, como dice la feminista más joven de mi familia, después de leer algunas cosas, después de comprender algunas cosas que te cambian la mirada ya no podes ver nada igual. Esa lente para mi es el feminismo, no le tengo temor a la palabra, que te aseguro que unos años atrás sonaba menos en la Facultad y entre los psiquiatras. O generaba recelos y desconfianzas. Y cuando la mirada propia se amplía la clínica se va modificando al compás de esas otras producciones.
Yo he atendido a muy pocas personas que habían sido víctimas de esos hechos de dictadura, muy poquitas no alcanzan la decena, pero toda la otra clínica con mujeres, la vida cotidiana, la manera de pensar mi inclusión en APSA, se tiñen de esas lecturas y de esos textos. Y, para hablar de APSA, en cierto momento desde el Capítulo de salud mental de la mujer, compañeras muy queridas que conocía de hace tiempo, me invitan a formar parte. De una manera que resultó medio chistosa. En ese momento en el Capítulo estaban trabajando fuertemente la cuestión de las licencias por maternidad. Y no advertidas de que yo no tengo hijos me dicen: “Bueno, este tema que a todas nosotras nos convoca, a vos te habrá pasado”. Y no, a mí no me había pasado, sin embargo, me interesó y mucho la invitación. En estos años el capítulo ha sido uno de los espacios más fecundos de mi vida profesional. Esa fue otra cuestión del trabajo con las mujeres como psiquiatra, permeada por una cuestión claramente personal: como pensar y hacer lugar a maneras de ser una mujer que contradicen algunos mandatos sociales tradicionales y algunas lecturas clásicas del psicoanálisis que es la referencia teórica de mi práctica.
Las Manos, Valeria Mendizabal, collage, 21x29cm, 2020.
LM Estoy muy de acuerdo con lo que decís, y en ese sentido la extrema delgadez como modelo de belleza imperante para la mujer opera también como un mandato social de cómo “ser mujer”. Foucault plantea que el disciplina miento de los cuerpos a través de determinadas normativas implica diversos modos de sometimiento. Hay muchísimas publicaciones internacionales y nacionales que ponen de manifiesto un altísimo porcentaje de anorexias y bulimias en mujeres. También las autolesiones en la piel, nombradas como “cutting” son mucho más frecuentes en mujeres. Si bien esto está dicho en numerosos trabajos, no está del todo visibilizado: que afecta principalmente a las mujeres y la relación que mantiene con los modelos imperantes de belleza y que atraviesa a todas las clases sociales.
Durante algunos años coordiné un centro de día para trastornos de la alimentación en el Centro Oro y en una ocasión se contactaron con nosotros de la obra social de trabajadores de campo para derivarnos pacientes, que no pudimos tomar porque sus madres no podían viajar a esta ciudad por tener más hijos que cuidar y los padres viajaban a distintas zonas según cada cosecha. Finalmente ayudamos a armar dispositivos en los lugares más cercanos a donde vivían. Lo llamativo era que cómo estas muchachitas que vivían en alejados parajes también a través de la televisión, eran también tomadas por estos mandatos acerca de cómo ser valorizadas. Por supuesto, es de fundamental importancia indagar en cada caso, cuál es la historia en juego, cuáles son las significaciones de estas conductas en cada caso, cuáles fueron los factores desencadenantes. En otro momento trabajé con un centro de salud vinculado a comedores comunitarios; recuerdo la culpa que decían sentir las pacientes de vomitar la comida que les daban y que otros necesitaban. Nuevamente, se trata de investigar en cada caso la psicopatología en cuestión, la historia familiar y la red social que pueda tener cada uno, pero lo llamativo vuelve a ser como distintas conflictivas aparecen enlazadas a estos modelos culturales….
LS Pero ahí comprobaban que estas determinaciones llegaban mucho más lejos que a los límites de una clase social.
LM ¡Sí!, es así. Pensamos que hay padecimientos o problemáticas que toman este ropaje para expresarse; dificultades de relación, conflictos familiares, situaciones traumáticas, estados depresivos, de angustia, ansiedad que impactan en la alimentación. Y también pienso que la cultura puede ser también generadora de ciertas patologías. De hecho el impacto sobre lo alimentario, a través de anorexias, bulimias, desnutriciones severas, obesidades, pone en evidencia una sociedad con una profunda brecha de desigualdad y grandes desequilibrios sociales…
LS Sí y yo te escucho y pienso en el trabajo con mujeres que han padecido distintas formas de violencia de género, desde las formas sutiles y crónicas de la violencia doméstica y las depresiones crónicas que acarrean o estos otros escenarios excepcionales de los modos de desubjetivación, la tortura y también las víctimas de violación. El abuso sexual es la causa más frecuente de TEPT en mujeres. Si uno se encuentra en el consultorio con una mujer con síntomas de estrés postraumático debería pesquisar, intentar saber es si ha sido víctima de abuso.
LM Sí…. en los casos severos de anorexia y bulimia también hay que pensar e investigar antecedentes de abuso, lo cual es muy difícil. Creo que todo el marco actual nos ayuda a trabajar con estos temas.
LS Justo, estamos hablando de lo mismo. Te escuchaba y pensaba en la capacidad expresiva de esos síntomas o esos cuadros. La aparición de esos cuerpos que muestran y cuentan, sin palabras las cuestiones culturales tan fuertemente. La muchacha que comía la comida del freezer, era muy espectacular su síntoma, pero cuando le diste tiempo y te diste tiempo para escuchar y comprender, dejó de tener lugar ese primer diagnóstico de que comía de un modo tan bizarro que seguramente padecía una esquizofrenia. Y apareció porque hacía comía de ese modo: para ser flaca y ser aceptada. Los cuerpos lastimados y también los cuerpos amurallados, achicados, encorsetados de las mujeres muestran lo que pasa en el lazo social, en la cultura de esta época. Es una confluencia tan ostensible, pero yo tengo la sensación de que lo estamos viendo hace poco, ¿no? En este momento, en este país la explosión del movimiento de mujeres permite mirar con otros ojos lo que ya estaba allí. Por eso decía, yo atendí mucho tiempo, a muchas mujeres sin ser conciente de una clínica diferencial. Solo podía entender lo diferencial del caso a caso. Tardé en incluir en mi intervención la idea de que algunas formas de sufrimiento estaban determinadas por ser parte de un colectivo. Los varones padecen otras violencias, tremendas, complejas, difíciles, pero hay una especificidad que me parece que estamos pudiendo ver con más claridad los psiquiatras. Esa confluencia de lo ostensible del cuerpo y la cuestión cultural, lo social mostrándose ahí, no sé, a mí me resulta fascinante del trabajo con las mujeres. Hace falta poder mirar, además de escuchar.
LM Los varones también están atravesados por los modelos hegemónicos de belleza: el tema de los músculos hipertrofiados, el exceso de actividad física, que puede llevar a vigorexias, dismorfofobias, conductas compulsivas o consumos problemáticos de anabólicos o proteínas. Estos modelos estéticos llevan también la impronta de cómo deben ser las mujeres y los varones: el varón tiene que tener mucho músculo y mucha fuerza… en esta época, para qué, no? Y la mujer tiene que entrar en ese modelo lánguido, ser pequeña, ser frágil, escuálida. Desde lo social se propone un modelo de cómo deben ser los cuerpos y que insinúa, siguiendo a Foucault, como tienen que ser las relaciones: “el fuerte y la frágil”.
LS Claro, y si uno pone en paralelo esta situación que vos contás, al trabajar con mujeres en las que aparecen consecuencias emocionales de la violencia padecida empieza a aparecer también la necesidad de preguntarse, para mí por ahora es una pregunta, ¿qué les pasa a esos varones? No a los varones de la micro casuística de situaciones muy muy horrorosas sino a esos varones que ejercen violencia en la vida cotidiana y ese mandato que dice…
Tomado de: https://www.pexels.com/es-es/foto/actitud-adulto-arte-de-perfil-848117/.
LM …que la masculinidad
LS …se juega ahí, en la violencia. O que se juega en ser proveedores de sus familias, o en celar a sus mujeres cuando las consideran como de su propiedad. Que sean sus mujeres, justamente. Entonces hace falta preguntarse. ¿Qué genera ese mandato de las muchachas lánguidas y los muchachos musculosos? ¿Qué genera ese mandato de hombres proveedores y propietarios de sus mujeres? ¿Qué sucede con las mujeres crónicamente sometidas a violencia por mantener el ideal de familia que dicen “Lo que pasa es que es el padre de mis hijos y los hijos se tienen que criar con el padre” para justificar seguir adelante con vínculos violentos que las ponen en riesgo? Si esa mujer consulta, digamos, por un cuadro depresivo, ¿cómo se incluye esta temática? ¿Cómo se pone en cuestión ese ideal que la hace padecer? Y que se les dispara a esos varones cuando sus mujeres trabajan (otra vez sus mujeres, estoy pensando en la violencia doméstica) o cuando comparten secretos con sus amigas, no? Si una está atenta abre la mirada para hacia esas cuestiones también.
LM Me quedé pensando cuando vos hablabas de la violencia doméstica…
Recordaba que cuando empecé a estudiar sobre el tema de anorexia y bulimia, hace muchos años, aquí en el país lo único que había eran los tratamientos que hacían en un centro conductista. Un centro que trabajaba con un esquema de premios y castigos, pero los castigos eran tremendos, a mí me hacían acordar a los secuestros y las torturas. Muchos años después se denunciaron en los medios las prácticas violentas que tenían lugar allí.
En cierto momento, yo empecé a recibir pacientes que venían de esos tratamientos. Esas pacientes me contaban que como castigo las encerraban en un lugar que llamaban la “pesada” y las tenían ahí encerradas, vomitando. Una locura. No les dejaban usar dinero, les hacían poner candados en la heladera, no podían moverse solas. Prácticas que a mí me parecían absolutamente imposibles de pensar como prácticas terapéuticas. A partir de ahí, fui a hacer una pasantía en el Mausley Hospital en Londres, que fue el primer centro interdisciplinario en trastornos de alimentación que incluía médicos clínicos, nutricionistas, psiquiatras, psicoanalistas, terapeutas familiares, asistentes sociales. (Handbook of Eating Disorders Theory, Treatment and Research- George Szmukler, Cris Dare and Janet Treasure).
Me contacté con los servicios de Philliphe Jeammet y Bernard Brusset ambos psiquiatras y psicoanalistas que trabajaban en el L’hôpital de la Cité Universitaire de París y en la Pitié-Salpétriére, respectivamente, y sus trabajos fueron determinantes para avanzar en la convicción de que es posible y necesario el tratamiento de estos pacientes desde una perspectiva psicoanalítica, dentro de un dispositivo peculiar e interdisciplinario y contrario a prácticas coercitivas. Porque yo pensaba ¿cómo a una paciente que tiene conductas tan autodestructivas y que está sufriendo tanto uno va intervenir con prácticas violentas? Porque eran prácticas violentas. Por un lado, me parecía increíble y por otro no me parecía casual que en la Argentina tuviera tanto desarrollo una práctica de este tipo, después de tantos años de dictadura, violencia institucional y represión. Cuando venían algunas familias y me contaban que habían sacado a sus hijas porque les parecía algo horroroso, yo pensaba cómo se quedaban todas las demás familias, los montones de familias que aceptan que el castigo y el maltrato pueden ser una manera de curar.
Si vamos a hablar de la violencia también hay que nombrar la violencia de ciertas instituciones que supuestamente son instituciones de salud.
En la anorexia la búsqueda de una extrema delgadez siempre está acompañada de un profundo sentimiento de auto menosprecio, de sentir que lo único valioso es estar cada vez más delgada, con la absoluta convicción de que el logro de una delgadez aún mayor y el logro de un peso extremadamente bajo, las convertirá en personas más felices. Si bien habrá que ver la historia singular de cada quién y a qué responde ese “no comer” en cada caso, no dejo de incluir y poner en cuestión los mandatos culturales sobre los cuerpos. En varias ocasiones, a muchachas que vienen al consultorio con su “pañuelo verde”, muy comprometidas con la legalización del aborto, la diversidad sexual y la igualdad de derechos, les pregunto cómo puede ser que no pongan en cuestión también lo que podemos pensar como modelos de belleza “patriarcales” y se sometan a ellos haciéndolos propios. Otras cuentan que en algunos boliches a los que van a bailar hay discriminación. A las chicas gordas no las dejan entrar y a los varones que están vestidos así o asá tampoco los dejan entrar. Es importante trabajar sobre eso, ¿cómo se sienten? ¿Qué hacen? ¿Qué les parece? No naturalizar lo que son modos discriminatorios o violentos….
La Bailaora, Artista plástica: Alicia Giacomelli, técnica mixta, sobre tela, 50x60cm, 2020.
LS Sí, es muy impactante tu recuerdo de la institución conductista y las prácticas violentas. La idea del disciplinamiento y el castigo como una forma de curar una desviación evoca escenas terribles de la historia reciente de este país que se derraman en la vida social. Yo creo que las consecuencias del terror en una sociedad se cuelan en las prácticas de las instituciones. Como también las prácticas solidarias y de resistencia se cuelan en lo que sigue pasando en la vida social. Porque no era lo mismo pero esa institución encerrando a las jóvenes en “la pesada” te evocaba, te sonaba a algo de los modos del terror en la última dictadura.
Los cuerpos de las mujeres son un lugar privilegiado para disciplinar porque tienen que estar más flacas, o tiene que tener relaciones sexuales así o asá, o porque tienen que querer tener hijos.
Y cuando una no puede aceptar estructuras violentas que pretendan ser terapéuticas, estructuras violentas que pretendan alcanzar una situación mejor aparece en tu relato, que escucho cercano, la necesidad de compartir y trabajar con otros. Entonces vos te fuiste a un centro con perspectiva psicoanalítica donde había trabajadores sociales y había psicólogos y había nutricionistas y había médicos clínicos. Y entre unos cuantos con diferentes miradas podían construir una intervención terapéutica más abierta, más compleja, más novedosa y muy diferente de aquello otro que te horrorizaba. Para mí el descubrimiento de cómo permea la violencia la vida de las mujeres, distinto que la vida de los varones es en el trabajo en el proceso de justicia, en la tarea interdisciplinaria con las abogadas, las sociólogas, las psicólogas, los especialistas en comunicación. Porque allí también, en la escena judicial, si no aparecen otras miradas se reproduce la violencia. Y en la búsqueda de justicia por crímenes que cometió el Estado es muy probable que las víctimas vuelvan a sufrir violencia de parte del Estado. Quizás en el trabajo interdisciplinario, cuando nos juntamos unos cuantos para intervenir en un fenómeno complejo se puede hacer algo distinto. A mí me parece que es un valor que se agrega a la intervención y por otro lado una necesidad el trabajo con otras personas, con otras perspectivas, con otras lecturas. Hay que salir de la propia disciplina para escuchar algo nuevo, donde ya hay algo instituido. Ese lugar conductista ya existía, lo instituido era eso.
LM Exacto
LS Casi casi casi que lo instituido era pensar que la chica de la comida del frezeer padecía una esquizofrenia
LM Claro
LS Para pensar algo nuevo, hay que juntarse con gente, podríamos decir, de otros barrios
LM Sí comparto totalmente lo que decís. Hace muchos años que trabajo en equipo, con un equipo interdisciplinario de psiquiatras, psicoanalistas, médicos clínicos, nutricionistas y siempre digo que el equipo lo formamos también con la familia y con redes de apoyo. Las redes son fundamentales, pueden ser amigos o primos, o pude ser alguien que tenga la posibilidad de acercarse; estos dispositivos son sumamente importantes y muchas veces evitan internaciones. Es fundamental cuidar el cuerpo biológico, pero no se trata solamente de que “el paciente coma bien”, se trata de investigar cada historia singular ya que la misma sintomatología puede corresponder a conflictos, padecimientos y sentidos muy diferentes. Por eso lo de trastornos de alimentación a mí no me gusta mucho. Porque no es un problema de alimentación, la alimentación es la punta de un iceberg, impacta ahí, pero hay todo un fondo, que es lo que hay que investigar, que está mostrando un sufrimiento devastador psíquico, no reconocido ni sentido como tal, que aparece expresado en la disconformidad con la imagen corporal y en las mortíferas impulsiones bulímicas, como vos decías, aparece dramáticamente en el cuerpo o en los cortes; éste es en mi opinión el aporte fundamental de una perspectiva psicoanalítica.
LS Sí, solo lograrás muy efectivamente que coma bien, o si una mujer que tiene una relación abusiva con un varón y está deprimida sólo se logra que salga de su patología depresiva y siga viviendo en un entorno de violencia doméstica, el trabajo es muy efímero, muy escaso. Es muy frustrante y muy provisorio.
LM Va a volver a pasar.
LS A veces lo resistente, es la psiquiatra que se resiste a entender que para intervenir en pos de aliviar el sufrir de más de esa persona tienen que pasar algunas otras cosas que involucran a otras redes, a otras personas. El movimiento de mujeres para las muchachas del pañuelo verde en tu consultorio, el proceso de justicia para aquellas mujeres sobrevivientes de graves violaciones a los derechos humanos… el colectivo, el hacer con otras que puedan ser sensibles y resonar en ese sufrimiento. Siendo pares o no. Tampoco es que haya que homogeneizar para comprender. A veces hace falta abrir una pregunta donde no hay una pregunta o producir un texto donde no hay texto y solo hay puro padecimiento. Y la pasamos mucho mejor trabajando con otra gente, a los pacientes les va mejor y la pasamos mucho mejor trabajando con otros
LM Es así! ¡Me encantó esta charla!
Referencias:
1. Facultad de Medicina de la UBA Departamento de psiquiatría y salud mental, unidad académica a cargo del Profesor Dr Juan Carlos Stagnaro.2. HACER JUSTICIA Nuevos debates sobre el juzgamiento de crímenes de lesa humanidad en la Argentina: https://www.cels.org.ar/common/documentos/CELS-Hacer%20justicia.pdf
Fotografía del Museo gráfico de Barcelona 2017. Valeria Mendizabal.