Lo Social en Salud Mental: Algunas reflexiones sobre la intervención del Trabajo Social en el marco de la pandemia.

Lic. Amalia Barcan. ,
Lic. en Servicio Social. Jefa de División del Servicio Social del Hospital Dr. Teodoro Álvarez. Mediadora. Terapeuta Familiar Sistémica. Comunicadora en Salud. Defensora de Derechos Humanos. Presidenta del Capítulo de Salud Mental y Trabajo Social de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM).
Lic. Esteban Martin.
Lic. en Trabajo Social. Profesional de Planta Permanente del Hospital Dr. Braulio Moyano. Maestrando en Salud Mental Comunitaria. Docente UBA. Secretario Científico del Capítulo de Salud Mental y Trabajo Social de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM).


La incorporación del presente artículo es posible gracias a la tarea de Corresponsalía de la Dra. Valeria Fernandez.

"Los científicos dicen que estamos hechos de átomos pero
a mí un pajarito me dijo que estamos hechos de historias".
Eduardo Galeano

Introducción.

El presente artículo tiene como objetivo poder transmitir cuáles fueron las bases del proceso de profesionalización del Trabajo Social en la Argentina y la relevancia de los aspectos sociales en el proceso de salud- enfermedad- atención. Sostenemos que estos pilares que dieron origen a nuestra profesión son fundamentales para el abordaje integral en un contexto de crisis socio- sanitaria mundial, a partir de la propagación del virus COVID 19 alrededor del mundo.

Antecedentes del trabajo social en el campo de la salud mental

Si bien el presente trabajo invita a reflexionar en torno a la intervención profesional del Trabajo Social en el campo de la Salud Mental, consideramos relevante hacer una primera mención sobre la presencia de los trabajadores sociales en el sistema de salud.

Como antecedentes, mencionamos a las Ladys Almoners de los Hospitales Ingleses y a las inspectoras a domicilio que junto al cuerpo de médicos, enfrentaron la tuberculosis en la Francia del S. XIX, cuyo objetivo era contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida en los procesos de salud- enfermedad de la época, agudizados por la Revolución Industrial y la aparición de nuevas enfermedades.

Como mencionamos anteriormente, la intervención social en el campo de la salud y la salud mental fue una de las primeras prácticas que realizó el trabajo social desde sus orígenes. En Massachusetts, EEUU, entre los años 1903- 1905 se crea el primer Departamento de Trabajo Social, impulsado por el aquel entonces Director del Hospital, el Dr. Richard Cabot, puesto que se veía la necesidad de tener en cuenta los aspectos sociales que rodean a la enfermedad. La jefa del primer Departamento de Servicio Social fue la Trabajadora Social Ida Cannon. Ya en ese momento se pensaba que las condiciones económicas, sociales, familiares y psicológicas influían notoriamente en los problemas de salud de los pacientes que llegaban al hospital.

Gibelman y Schervish (1997) señala que Richard Cabot, médico que dirigió el Massachusetts General Hospital en 1905, reconoció la importancia de los cuidados psicosociales para un tratamiento integral y la importancia de la continuidad de esos cuidados al momento del alta de internación, incluyendo así, a los trabajadores sociales.

Sumergiéndonos ahora sí, en la incorporación de los trabajadores sociales al campo de la salud mental, podemos mencionar a Mary Potter Brooks, quien fue la primera trabajadora social psiquiátrica, al iniciarse esta especialidad en la Clínica Neurológica del Hospital General de Massachusetts en EEUU, a principios del siglo XX. Ella era la esposa de Adophe Meyer, psiquiatra que introdujo las ideas de Freud en los Estados Unidos y figura importante del Movimiento de Higiene Mental. Él ponía énfasis en la importancia del entorno social para entender los desórdenes mentales de sus pacientes y concedía especial importancia a la entrevista con las familias, introduciendo una visión holística, para lo que necesitaba la presencia del Trabajo Social en su equipo. Por lo cual, Mary Potter Brooks, visitaba a los pacientes en sus domicilios y recogía información de su vida cotidiana, entrevistaba a las familias y elaboraba informes sobre las circunstancias sociales de cada paciente (Miranda, 2015).

Miguel Miranda (2015) describe que desde principios del siglo XX los trabajadores sociales se incorporaron a los centros psiquiátricos de Nueva York con el fin de realizar seguimiento a los procesos de los enfermos después de su hospitalización. Sin embargo, es en 1913 cuando el Trabajo Social en salud mental da un auténtico empuje (Curtis, 1934), cuando la trabajadora social Mary C. Jarret (1877- 1961) elabora junto al Dr. Ernest Southard un manual de Trabajo Social y Psiquiatría, muy leído desde 1920. Esta trabajadora social había puesto en marcha en 1913 un curso de especialización en Psiquiatría para Trabajo Social, convirtiéndose en una auténtica pionera. A partir del año 1915, todos los hospitales psiquiátricos incorporaron trabajadores sociales a sus plantas.

Desde hace varios años, el concepto de trabajo social psiquiátrico ha sido dejado atrás, incorporando el término de salud mental. Entendiendo que:

  • “la salud mental es parte de la salud integral de las personas y se relaciona con las condiciones de vida, con las posibilidades de desarrollo afectivo, emocional, intelectual y laboral y con la capacidad de integración al medio social y cultural. Por lo tanto, el enfoque de la salud mental es muchos más que el de la enfermedad mental y su tratamiento clínico, y el equipo de salud mental trabaja en rehabilitación y reinserción social sin dejar de lado la promoción y prevención de la salud” (Garces Trullenque, 2010 p. 337).


En nuestro país, durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, las condiciones de salud de amplios sectores de la población eran precarias. A las malas condiciones laborales, el hacinamiento y las elevadas tasas de mortalidad infantil y materna, se le sumaron una serie de enfermedades infectocontagiosas que se propagaron por la ciudad de Buenos Aires.

Es a partir del Movimiento Higienista que lo social comienza a tener gran relevancia en la política sanitaria de la época. Y como señala Alayón (2014), en las primeras décadas del siglo XX, comienza a tomar fuerza la idea de contar con un nuevo auxiliar del médico, tal como existía en Europa y Estados Unidos. Es por eso que comienzan a surgir con mayor frecuencia menciones sobre visitadoras de higiene o visitadoras sociales. Muchas de ellas incorporadas a dispositivos de salud/salud mental, educación, institutos de menores, etc.

Es en ese contexto que la visitadora de higiene aparecía como una profesión exótica. “Hay que tener presente que no es una enfermera lo que buscamos; no es un organismo de medicina curativa el que tratamos de implantar, sino uno de medicina preventiva, de acción social más que todo”. (Zwanck, 1921, p 101). Es la visitadora la que practica la encuesta del medio físico, mental, intelectual, vincular, moral y espiritual en que se desenvuelve la vida del paciente.

El proceso de profesionalización del Trabajo Social en Argentina, y particularmente en la Ciudad de Buenos Aires, se desarrolló a partir de la iniciativa llevada a cabo por Juan Manuel Carbonell quien presentará en 1924, en la Facultad de Medicina de la UBA, el proyecto de creación de un ¨curso especial destinado a la preparación de visitadoras de higiene social” (Carbonell, 1924). La necesidad de comprender científicamente los problemas sociales, implementar estrategias de abordaje y formar profesionales, especialistas, fue compartida tanto por el incipiente Trabajo Social como por otros campos disciplinares como el de la educación y salud pública.

Mary Richmond en 1899, publica el libro titulado: Friendly visiting among the poor: A handbook for charity workers, sentando las bases de lo que será la “visita domiciliaria” y la intervención del Trabajo Social. Allí propone una serie de principios respecto del tipo de relación que debe entablar con los miembros de la familia (amena y de confianza); la importancia de un “conocimiento acertado de los hechos principales de la historia familiar, estado físico y de salud, la historia laboral, los ingresos, recursos económicos, y también sus planes a futuro”; que la información sirva para la elaboración de un “ plan” que incluya los propios recursos con los que cuenta la familia para poder desarrollarlos, entre otros (Mary Richmond, 1916, pp.182-195). Ella fue la precursora en la implementación de un método científico para la intervención del Trabajo Social.

Siguiendo con el proceso de formación y profesionalización del Trabajo Social en nuestro país, destacamos que los médicos higienistas propusieron ampliar el rol del Servicio Social a todos los otros ámbitos de la acción social, creando en 1930 la Escuela de Servicio Social en lo que hoy es la Universidad del Museo Social Argentino. Este hecho, sentó las bases para la Asistencia Social en la Argentina y lo que hoy se denomina Trabajo Social. Cabe destacar que en nuestro país, la formación del Trabajo Social se desarrolló a partir de la universidad pública, y fue recién en 1940, bajo la dirección de Marta Ezcurra (egresada del MSA-UBA) que se crea la escuela de Asistencia Social en el Instituto de Cultura Religiosa Superior Femenina.

En los años ´40 comienza el proceso de institucionalización de los Servicios Sociales Hospitalarios. Y a partir de la Ley de Salud Pública N° 17.132 se incluyen los visitadores de higiene como profesionales matriculados para trabajar en salud, incorporándose al mismo tiempo, los Asistentes Sociales.

En los años 1982 y 83 se vivió en nuestro país un cambio paradigmático en materia de Salud Mental a partir de la incrementación de plantas a profesionales de otras disciplinas (Trabajo Social y Terapistas Ocupacionales) a los Hospitales Generales de Agudos, permitiendo una mirada mucho más amplia de las diferentes problemáticas sociales complejas que se presentaban, y así garantizar el acceso a un abordaje integral de las personas y familias asistidas.

En el año 2000 se sanciona la Ley de Salud Mental N° 448, reconociendo a la salud mental como:

  • “un proceso determinado histórica y culturalmente en la sociedad, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social, y está vinculada a la concreción de los derechos al trabajo, al bienestar, a la vivienda, a la seguridad social, a la educación, a la cultura, a la capacitación y a un medio ambiente saludable. La salud mental es inescindible de la salud integral, y parte del reconocimiento de la persona en su integridad bio-psico-socio-cultural y de la necesidad del logro de las mejores condiciones posibles para su desarrollo físico, intelectual y afectivo” (Art. 2).


Revista Sinopsis


Autora: foto, Myriam Monzor. La vida de Noche en Buenos Aires, 2020.

Es a partir de esa conceptualización que en el año 2006 se firma el Decreto N° 1551 donde incorporan profesionales de Trabajo Social a las Áreas de Urgencia de Salud Mental en los Hospitales Generales de Agudos, Niños y de Salud Mental de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Lo que se extendió a posteriori, para la atención de las múltiples problemáticas sociales que surgen en una intervención de urgencia, buscando alojar el padecimiento subjetivo y contemplar el entramado social respondiendo antes las situaciones de crisis de un sujeto y grupo familiar.

La especificidad del trabajo social

El Trabajo Social es una profesión que forma parte de las Ciencias Sociales y ha constituido su objeto de intervención disciplinar a lo largo de más de 100 años en torno a lo que hoy definimos como cuestión social, buscando favorecer el desarrollo de vínculos humanos saludables y fomentar cambios sociales que deriven en un mayor bienestar para las personas. Los trabajadores sociales, de este modo, actúan sobre los factores relacionados a las interacciones de los individuos con el entorno y las nuevas complejidades sociales que se presentan a partir del conjunto de desigualdades sociales que afectan las condiciones de vida de las personas, grupos y comunidades.

Según nuestro marco regulatorio, la Ley de Ejercicio Profesional de Servicio Social o Trabajo Social N° 23.377 sancionada en el año 1986, se considera al ejercicio del Servicio Social o Trabajo Social a:

  • “la actividad esencialmente educativa, de carácter promocional, preventivo y asistencial, destinada a la atención de situaciones de carencia, desorganización o desintegración social, que presentan personas, grupos y comunidades, así como la de aquellas situaciones cuyos involucrados requieran sólo asesoramiento o estimulación para lograr un uso más racional de sus recursos potenciales. La actividad profesional, por sí o en el marco de servicios institucionales y programas integrados de desarrollo social, tiende al logro, en los aspectos que le competen, de una mejor calidad de vida de la población, contribuyendo a afianzar en ella un proceso socio-educativo. Como así también la realización de acciones de promoción, asistencia y rehabilitación social de personas y grupos. También es parte de la especificidad de la profesión, la implementación de acciones tendientes a prevenir la aparición de problemas sociales y/o de sus efectos” (Art. 2).


Otro de los instrumentos normativos de la profesión es la Ley Federal de Trabajo Social N° 27.072 sancionada en el año 2015, que considera ejercicio profesional de trabajo social:

  • “la realización de tareas, actos, acciones o prácticas derivadas, relacionadas o encuadradas en una o varias de las incumbencias profesionales establecidas en esta ley, incluyendo el desempeño de cargos o funciones derivadas de nombramientos judiciales, de oficio o a propuesta de partes, entendiéndose como Trabajo Social a la profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas, el trabajo social involucra a las personas y estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar” (Cap. 2, Art. 4).

La intervención social en el marco de la pandemia (COVID 19)

A partir de la expansión del COVID 19, lo incierto, lo impreciso y lo desconocido fueron factores a los cuales nos enfrentamos como profesionales del campo de la salud y la salud mental. También podemos decir que esas características suelen ser uno de los rasgos que presenta la complejidad de lo social con la cual hemos intervenido como colectivo profesional a lo largo de nuestra historia.

  • “Por eso, el encuentro interpersonal, el respeto a la singularidad del sujeto con quien intervenimos; la escucha atenta que permitan identificar sus propias potencialidades y respuestas frente a lo que desean o necesitan, en el contexto de su comunidad y en la coyuntura actual, nos orientará para definir una línea de intervención contextualizada, situada a las particularidades de cada sujeto y familia. Intervención que hoy tiene modificaciones en sus metodologías, por los condicionamientos propios de la pandemia, pero que no debe abandonar su esencia, ni desvirtuarse en cuanto a las respuestas a las necesidades e intereses de las personas que asistimos” (Parisi, 2020 p.1).

Siguiendo los planteos de Nuñez (2020), quien hace referencia a lo fundamental del papel que ocupa el Trabajo Social en el marco de esta pandemia, lo distingue en tres sentidos: “para los usuarios (mejora la calidad de atención), para la articulación interinstitucional (con otros programas, sectores, y otras instituciones de la salud) y como aglutinador y organizador del trabajo en equipo” (Nuñez, 2020 p. 3). Por lo tanto, es de vital importancia comprender que “la enfermedad como proceso impacta de manera distinta según el lugar, espacio donde aparece, las características nutricionales, habitacionales, las enfermedades previas, las condiciones de construcción de la cotidianeidad y especialmente la posibilidad de percepción de sentirse enfermo, sano o expuesto a ella en relación a la subjetividad de cada uno y de los condicionamientos sociales y económicos que dialogan inevitablemente con estas cuestiones” (Carballeda, 2020).

En estos momentos de pandemia y emergencia sanitaria, vemos expuestas aún más las desigualdades sociales con las que nos toca intervenir. También nos encontramos con la necesidad de implementar otros medios para el acompañamiento y abordaje psicosocial. Y en este punto nos referimos a los medios tecnológicos de comunicación y la obligatoriedad en la incorporación de lo digital para poder adaptarnos a nuevas formas de comunicación que la pandemia condiciona.

Desde los equipos interdisciplinarios en este contexto de emergencia sanitaria, tenemos como desafío intervenir no solo en los aspectos económicos y materiales, sino el entorno social (familiar, comunitario, institucional), los aspectos subjetivos, psicológicos y espirituales a fin de que nos permita identificar “los espacios para posibles soluciones” (Travi, 2012).

Es por ello que desde nuestra disciplina entendemos que para garantizar el acceso a la salud mental, los abordajes deben ser integrales. Sobre todo porque para dar respuesta a los problemas sociales que emergen, presenta desafíos estructurales y multidimensionales, con claras y evidentes implicancias en términos de políticas públicas. Siguiendo a Clemente y colbs (2018), entiende por integralidad al reconocimiento por la “materialización intersectorial de las soluciones y tener algún efecto redistributivo tangible (servicios, nuevas prestaciones, mejoras habitacionales, mayor accesibilidad a los recursos del Estado, etc.)”( Clemente y colbs (2018) p.42),. Asimismo, identificamos que en este escenario de crisis socio- sanitaria, las diferentes manifestaciones de malestar subjetivo se agudizan, por lo tanto consideramos oportuno que para dar una respuesta integral, también es necesaria la aplicación de herramientas que provee el modelo de intervención psicosocial del Trabajo Social.

Desde nuestra práctica habitual y la complejidad de la situación actual, observamos una prevalencia en los siguientes perfiles de vulnerabilidad y riesgo:

  • Aquellos que padecen afecciones como diabetes, cardiopatías o enfermedades pulmonares. Personas de más de 60 años, o que padezcan patología mental, de consumo problemático de sustancias o con algún tipo de discapacidad. También aquellas que padezcan situación de violencia intrafamiliar o de género. Personas sin red socio familiar, extranjeros, en situación de calle, embarazo adolescente, niños y niñas en riesgo. Personas sin autonomía, requiriendo apoyos, entre otras tantas situaciones.

Algunas estrategias generales de intervención:

  • Proveer información simple y empática sobre COVID19. Concientizar sobre el cuidado, la prevención y reacciones normales al estrés.
  • Brindar apoyo psicosocial y contención verbal. Evaluar las necesidades y preocupaciones. Atender las necesidades básicas de alimentación, subsidios habitacionales, derivaciones a Programas Sociales, etc. Permitir el desahogo emocional, transmitir seguridad a través de mensajes claros y con un lenguaje sencillo.
  • Brindar asistencia y contención especializada en caso de que la persona refiera situaciones de violencia intrafamiliar.
  • Derivar al servicio de Salud Mental en caso de que la persona mencione ideas o pensamientos de muerte o presente indicadores de riesgo como: discurso incoherente, ansiedad, insomnio o no está pudiendo acceder a la mediación.
  • Orientar y dar pautas a las familias para organizar el encuentro con el equipo tratante para que el momento del parte médico resulte provechoso y puedan, a su vez, concientizar y retransmitir la información.
  • Facilitar la comunicación durante el período de la internación entre el paciente y su familia en aquellos casos en que no pueda hacerlo por sí mismo.
  • Búsqueda de paradero.
  • Revinculación familiar y fortalecimiento de vínculos.
  • Acompañar el proceso de fin de vida, permitiendo en la medida que sea posible, el encuentro con su ser querido ya que posteriormente la familia no podrá realizar los rituales de despedida.

Algunos aportes para la intervención social

El Trabajo Social es una de las primeras disciplinas en haber abordado las problemáticas familiares, como expresión concreta y dinámica de la vida social, convirtiéndose el abordaje individual y familiar en niveles básicos de intervención de la profesión (Eroles y colbs, 2001). El campo del trabajo con familias está en construcción permanente, el contexto cultural reorganiza una y otra vez cómo la familia se define a sí misma y cómo nosotros la representamos. Los sistemas y el medio ambiente coevolucionan.

Entendemos que en un contexto de crisis, el aislamiento social y la incertidumbre no deben limitar ni hacer mella en los vínculos sociales; en aquellos lazos socio-afectivos tan fundamentales para el acompañamiento y sostenimiento del paciente. Como profesionales del Trabajo Social tenemos la función de promover el fortalecimiento de esos vínculos. Por lo tanto, mantener la comunicación periódica de los familiares y/o referentes afectivos con las personas internadas, es crucial para que el distanciamiento sea sólo físico, y no socio- afectivo. Para ello es necesario desarrollar estrategias de comunicación accesible y cuidada para las personas asistidas. En este sentido referimos a las videollamadas, herramienta que se expandió rápidamente en la sociedad y también en los equipos de salud, para que las personas internadas se vinculen con sus redes de apoyo, evitando situaciones de confusión, de generación de ansiedad, y la incrementación de incertidumbre y malestares subjetivos.

Revista Sinopsis


Autora: Lila Villahoz, Puentes, técnica mixta. 30 por 40 cm.2020.

Desde la década de los años 60, una de las figuras emblemáticas del Trabajo Social, Gordon Hamilton (1960), sostenía que los asistentes sociales debían prepararse para la psicoterapia, debido a que nos encontramos permanentemente con trastornos, frustraciones y traumas que surgen de la vida familiar y social, y debemos tratar con estas problemáticas. En línea a lo teorizado por esta pionera del Trabajo Social, es que consideramos que el abordaje psicosocial se hace imprescindible para asistir a personas internadas y sus familias, fundamentalmente en lo referente a la contención en momentos de incertidumbre y en aquellos aspectos que hacen a la incorporación de hábitos de cuidados. La intervención estará orientada a implementar estrategias de contención a las personas asistidas para mitigar las ansiedades agudizadas por el aislamiento social y la incertidumbre que esta pandemia ocasiona. Conteniendo y acompañando a los pacientes y sus familias, con una escucha empática y activa.

En este sentido, Travi (2012) señala que es necesario identificar, describir y analizar en forma integral los factores, frecuencias, situaciones y conductas de riesgo que operan como desencadenantes de situaciones de vulnerabilidad social. Es imprescindible dar cuenta a su vez tanto de los obstáculos o factores que inciden negativamente sobre la situación problema, como los aspectos positivos factores resilientes o protectores (personales, familiares, vinculares, institucionales, comunitarios, etc.) En el proceso de intervención psicosocial debemos considerar a la “persona en situación”, es decir, una configuración triple: la persona, la situación y sobre todo, la interacción entre persona y situación con la participación activa del sujeto (Hamilton, 1974).

La práctica del Trabajo Social también aborda de manera frecuente aspectos jurídicos en la vida de las personas, familias, grupos, instituciones y comunidades con quienes trabajamos. El abordaje del Trabajo Social desde la perspectiva socio- jurídica nos ubica en la interrelación de lo social y lo jurídico, como una práctica social que contribuye a alcanzar y legitimar el valor de justicia. Focalizando en la interrelación de los aspectos legales y el sistema de servicios sociales en situaciones de controversia, conflicto e incumplimiento de obligaciones y protecciones (Allen, 2012). En ese sentido, es necesario mantener constante comunicación con Juzgados, Curadurías y Defensorías, y todo organismo judicial que garantice el cumplimiento de los derechos de las personas internadas y en tratamiento ambulatorio. Asumiendo como profesionales un rol activo en la defensa de los derechos humanos de las personas asistidas.

Siguiendo con la perspectiva del abordaje integral, aludimos al concepto de la Seguridad Social como un derecho inalienable del ser humano, concebido como la garantía para la obtención del bienestar de la población, y como factor de integración permanente, estabilidad y desarrollo armónico de la sociedad. También se considera como una responsabilidad indeclinable de los Estados, garantizar a toda la población su derecho a la seguridad social, cualquiera sea el modelo de órgano institucional, los modelos de gestión y el régimen financiero de los respectivos sistemas protectores que, dependiendo de sus propias circunstancias históricas, políticas, económicas y sociales, hayan sido elegidas (Roca -Golbert -Lanari, 2012).

Las contingencias a cubrir a través de la Seguridad Social provienen de causas físicas (salud, vejez, invalidez etc.) o económicas y sociales (desempleo, cargas familiares etc.). Por lo cual sostenemos que la seguridad social debe garantizar una protección cuando sobrevienen eventualidades que afecten la salud, el ingreso y el bienestar del individuo y su grupo familiar, generando así la necesidad de su protección. Constituye un conjunto de garantías económicas, de salud y sociales que contribuyen al bienestar social general. Por lo tanto es imprescindible articular con los organismos de protección social para que las personas internadas logren acceder a sus beneficios contributivos, no contributivos, subsidios, etc. Promoviendo la accesibilidad a diferentes programas y planes sociales de transferencia directa o indirecta a fin de contribuir al bienestar general de las personas internadas y que garantice un piso de sustentabilidad para los egresos de los procesos de internación.

Finalmente, destacamos que el marco legal en salud mental está regido por la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657, donde en su Art. 8°:

  • “promueve que la atención esté a cargo de un equipo interdisciplinario integrado por profesionales, técnicos y otros trabajadores capacitados con la debida acreditación de la autoridad competente. Se incluyen las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos pertinentes”.

Asimismo en su Art. 9° hace referencia a lo intersectorial, explicitando que el proceso de atención debe realizarse en el marco de un abordaje interdisciplinario e intersectorial, basado en los principios de la atención primaria de la salud y reforzando la restitución y/o promoción de los lazos sociales. Coordinando con las áreas de educación, desarrollo social, trabajo y otras que correspondan, implementen acciones de inclusión social, laboral y de atención en salud mental comunitaria.

Tal como señala Travi (2017), para dar respuestas integrales no basta con abordar los aspectos económicos y materiales, sino que es necesario abordar el entorno social (familiar, comunitario, institucional) y los aspectos subjetivos psicológicos espirituales en el marco de una situación problema, y que a su vez permita identificar “los espacios para posibles soluciones”. Tal como menciona Bernler (1998), “Sin el todo no podemos comprender las partes, y tampoco podemos comprender el todo sin las partes”.

Revista Sinopsis


Foto Diana B 2010

Palabras finales:

Consideramos que para dar respuesta a estas nuevas problemáticas socio- sanitarias que esta pandemia nos presenta, debemos implementar abordajes integrales. Y para ello, las acciones deben estar orientadas a trabajar intersectorialmente y fundamentalmente interdisciplinariamente, donde se expresen relaciones recíprocas, actividades de cooperación, interdependencia, intercambio e interpretación al interior de los equipos. Recuperar el sentido del trabajo interdisciplinario a través del intercambio con otras disciplinas es una garantía para la mejora en la calidad de las intervenciones, sobre todo en un contexto de emergencia sanitaria. Sostenemos que esa dinámica de trabajo es la herramienta fundamental que debemos implementar para el desarrollo de buenas prácticas en salud mental.

Como Trabajadores Sociales, nos vemos obligados a repensar nuestro rol, el cual nos presentará nuevos retos para la intervención profesional a partir de la crisis económica, social y emocional que nos dejará la pandemia. Al enfrentarnos a estas complejidades que nos presenta nuestra práctica en tiempos tan complejos, siempre es necesario que “un otro” nos tienda el lazo necesario, a fin de aunar esfuerzos y recrear artesanalmente las intervenciones en cada caso, situando la escena y al sujeto en su propio contexto, con su propia historia e individualidad.

Bibliografía:

Revista Sinopsis


Foto Valeria FernandezTítulo “Solitude” Tigre. Julio del 2017.

Envíe su comentario