Pubertades Trans. Una especificidad del fenómeno de extrañamiento.
Dra. María del Rosario (Charo) Maroño
Doctora en Psicología - Universidad del Salvador
Licenciada en Psicología - Universidad de Belgrano
Asociación Psicoanalítica Argentina, Buenos Aires, Argentina
Contacto: charomaronio60@gmail.com
Tomado de: https://pixabay.com/es/photos/pintura-maquillaje-ni%C3%B1a-cosm%C3%A9ticos-2985569/
Resumen
El presente escrito introduce algunas conceptualizaciones clínicas en torno a la pubertad transexual, con el objetivo de problematizar un escenario poco investigado al día de hoy en el ámbito del psicoanálisis y de esta forma aportar a una necesaria actualización de ciertos constructos teóricos, que permita acaso la estructuración de una clínica específica de la transexualidad en la pubertad. Encuentra como antecedente directo el trabajo de investigación llevado a cabo en mi tesis doctoral, Cualidades fácticas y psíquicas del proceso puberal en niñas1 y el recorrido realizado durante los últimos años en la coordinación de la Maestría en Psicoanálisis de la Universidad del Salvador. A partir de una revisión del doble impacto disruptivo que caracteriza al estadio puberal trans, por el encuentro con un cuerpo no propio y no familiar con el que no se siente identificado, propongo el concepto de impacto disruptivo constituyente para describir el proceso de metabolización que, a partir de la operación de reasignación de sexo, puede conducir a una adecuada reorganización de la imagen corporal y, por ende, a una mayor concordancia entre el sexo biológico y la identidad de género en el sujeto.Palabras Clave:
Pubertad; Trans; Cuerpo; Fenómeno de extrañamiento; Impacto disruptivo constituyente; Psicoanálisis.
Abstract
The present text introduces some clinical concepts around trans puberty in order to problematize a scenario which has not been deeply investigated in psychoanalysis as of today. Therefore, it aims to contribute to a necessary update of some theoretical notions which could facilitate a specific clinic for trans pubescent. Its background is related to the research work performed in my doctoral degree, Factual and psychic qualities of the pubertal stage in girls and the work carried out during the last years by directing a magister about sexual characters’ inhibitors in Universidad del Salvador. Based on a review of the double disruptive impact, which characterizes the trans pubertal stage due to the encounter with an unfamiliar and unproper body, I propose the concept constituent disruptive impact in order to describe the metabolization process which can lead, after a sex reassignment surgery, to an adequate reorganization of the body image, and thus to a bigger consistency between biological sex and gender identity.
Key Words
Puberty; Trans; Body; Estrangement phenomenon; Constituent disruptive impact; Psychoanalysis.
Introducción
Este trabajo tiene como objetivo presentar algunas inferencias teóricas respecto de la pubertad transexual desde una perspectiva psicoanalítica, en línea con la propuesta realizada en mi tesis doctoral. Allí sostuve que cuando el púber deviene consciente de los cambios somato-instintuales que comienzan a evidenciarse en su cuerpo, tiende a manifestar un monto de sorpresa que debemos leer como un efecto lógico del registro de un cuerpo diferente al infantil1.Es efectivamente en el tránsito por la pubertad que el sujeto se ve forzado a elaborar la pérdida del cuerpo de la infancia, emprendiendo el proceso psíquico de resignificación y apropiación de una imagen novedosa. En línea con las conceptualizaciones de Moty Benyakar, y colbs ubicó en este proceso un impacto disruptivo, del orden de lo fáctico2, cuyo correlato a nivel psíquico es el fenómeno de extrañamiento.
Si este trabajo de subjetivación implica de por sí un proceso complejo para todo sujeto que atraviese el período puberal, el caso del púber transexual presenta acaso variables aún más complejas para su análisis, en tanto asistimos allí al encuentro con un cuerpo que inexorablemente resalta la ausencia de concordancia alguna entre la identidad de género y el sexo biológico: lo fáctico se impone, entonces, a través de un segundo impacto disruptivo, que incrementa y cualifica el fenómeno de extrañamiento característico de la pubertad.
Sumado a esto, la ausencia en el grupo de pares de la función de espejo que siempre colabora en la tramitación del impacto disruptivo y el fenómeno de extrañamiento, incrementa la angustia frente a un cuerpo que se vive como no propio y no familiar, hecho no menor que reviste al mencionado fenómeno de extrañamiento de ciertas coordenadas específicas.
Ante este escenario tan angustiante, si el púber trans accede eventualmente a la operación de reasignación de sexo, propongo como efecto directo de esta decisión un impacto disruptivo constituyente, concepto que pretende describir el proceso de subjetivación a través del cual se reorganiza la imagen corporal y la construcción identitaria, precisamente a partir del encuentro con un cuerpo que refleja una mayor concordancia entre la identidad de género y el sexo biológico.
Características y especificidades del proceso puberal
De modo muy frecuente puede leerse a la pubertad como un estadio de la adolescencia temprana o inicial, restringido casi de forma exclusiva a la manifestación de los cambios físicos de la maduración sexual3,4,5, categorización que parece omitir la especificidad de esta etapa crucial del desarrollo evolutivo. Si la infancia se caracteriza por un crecimiento paulatino del cuerpo, en la pubertad se suceden marcados cambios físicos de forma acelerada: el crecimiento de miembros inferiores y superiores; la irrupción de los caracteres sexuales secundarios; y la menarca en el caso de la mujer, son sólo algunos ejemplos de este desarrollo drástico que constituye al estadio puberal.En esta etapa, los cambios somato-instintuales irrumpen en el psiquismo del puber de forma vertiginosa, lo cual dificulta su elaboración a nivel subjetivo a partir del inevitable desfasaje entre el crecimiento corporal, y el tiempo requerido para su inscripción y representación psíquica. Por ello, cuando el púber toma conciencia de estos cambios físicos, el encuentro con un cuerpo diferente al infantil produce un fenómeno que, siguiendo la propuesta de Moty Benyakar2 y colbs, denominó impacto disruptivo: una de las modalidades del trabajo psíquico implica la inevitable inclusión del mundo externo –del orden de lo fáctico– en el psiquismo del sujeto6: hacemos referencia aquí al modo en que se articula, metaboliza y transforma el encuentro entre lo fáctico y lo psíquico. La disruptividad, en tanto cualidad inherente a lo fáctico que caracteriza a un determinado escenario, genera efectos intra-psíquicos desestabilizantes que provocan una cierta discontinuidad, como efecto o resultado de diferentes reacciones psíquicas.
Artista plástica: Catalina Firpo, Floro, acrílico sobre tela, 105x86cm, 2020.
Como consecuencia de este impacto disruptivo, es en la pubertad que observamos el complejo inter-juego entre la percepción de una imagen novedosa y la representación psíquica del cuerpo infantil. Este proceso psíquico desemboca en aquello que he denominado como una vivencia ominosa: partiendo del concepto metapsicológico de vivencia, que alude a la actividad psíquica, la vivencia ominosa refleja un modo especial de articulación entre representación y afecto, en la medida en que insta al púber a experimentar una sensación de extrañeza, provocada esta última por la relación entre un cuerpo que se sabe propio, aunque no familiar, y un cuerpo familiar –el infantil– que ya no se lee como propio.
Abordaré en este trabajo las características de la vivencia ominosa a partir de la noción de fenómeno de extrañamiento de Adrián Grassi7, entendido como el sentimiento de extrañeza asociado al cuerpo puberal, que conduce al púber a tratar su cuerpo como un “objeto externo extraño”7. Este proceso alude inevitablemente a la metamorfosis de un cuerpo atravesado por los cambios corporales, transformación que genera en el sujeto una sensación de ajenidad y extrañeza respecto de la propia imagen: la ausencia de concordancia entre el cuerpo y su representación psíquica conducen al puber a experimentar su cuerpo como extraño, externo a sí mismo, y ajeno a toda familiaridad.
Género y Diversidad sexual: las pubertades Trans.
Patricia Porchat8 define el concepto de género a partir del conjunto de aspectos psicológicos, sociales, culturales e históricos vinculados a la femineidad y la masculinidad, en un contrapunto esencial con la noción de sexo, anclada principalmente en los componentes anatómicos y biológicos. Esta última perspectiva se inscribe dentro del campo de lo somato instintual, que describe las transformaciones físicas desde el substrato biológico subyacente –comprendiendo tanto el aspecto neurofisiológico como el hormonal– cuyos efectos se manifiestan, a partir de caracteres sexuales primarios, en el desarrollo posterior de caracteres sexuales secundarios para el despliegue de las nuevas funciones y exigencias sexuales.
En esta misma línea, Judith Butler introduce la noción de género inteligible9 para describir a aquellos sujetos que perciben la inadecuación de su género como efecto de una evidente discontinuidad entre el sexo, el género, el deseo y la práctica sexual. Estos nuevos desarrollos le brindan entidad a ciertos fenómenos que en absoluto son nuevos, pero cuya inscripción en lo social se encontraba acaso pendiente. Así es como irrumpe en escena la teoría queer, en tanto vía de simbolización de lo diverso. En efecto, la mera nominación queer, usualmente traducida al idioma castellano como raro o incluso extraño –término que facilita un interesante juego de palabras con el mencionado fenómeno de extrañamiento– desafía el ordenamiento clásico tanto a nivel político como a nivel biológico10.
Esta teoría agrupa un conjunto de representaciones que apuntan a problematizar las nociones clásicas de género y sexualidad, a partir de la idea directriz de que el género, la identidad y la orientación sexual no se encuentran esencialmente inscriptas a nivel natural en el ser humano, sino que por el contrario devienen efecto de una determinada construcción política, social y cultural, lo cual nos lleva a pensar la lógica queer “…desde un enfoque postmoderno [que] hace referencia a una identidad flexible, polivalente y estratégica, en contraposición a la concepción tradicional de la identidad moderna, esencialista e institucionalizada”11.
El fenómeno de extrañamiento en la pubertad Trans.
En este punto corresponde situar algunas implicancias lógicas de este cambio de paradigma: por un lado, aquella concepción tradicionalista de la identidad aún sostiene un peso importante en la sociedad actual, que se refleja no sólo a través de prácticas discriminatorias, sino también en el sostenimiento de una determinada normativización a nivel sexual y especialmente en los efectos que aquella comporta, mucho más allá del campo de la teoría o la ampliación de derechos en la ley social. Por otro lado, la identidad que el sujeto eventualmente decida adoptar –se posicione o no en el seno de la perspectiva queer– implicará siempre la apertura de una brecha respecto del escenario biológico que constituye a su cuerpo.
Es precisamente allí donde la percepción del propio cuerpo no se condice con su representación psíquica, que el puber trans puede sentir un cuerpo anómalo, apartado de la normativización binaria: lo somático se impone sin mediación posible por parte del sujeto, y la imagen reflejada en el espejo describe el encuentro con un cuerpo extraño. Es por ello que propongo pensar un doble impacto disruptivo en la pubertad trans: si el primero refiere al inevitable encuentro con un cuerpo diferente al infantil, el segundo impacto pone de manifiesto el contraste con la identidad de género.
Como veremos en el apartado siguiente, este doble impacto acrecienta de forma lógica el fenómeno de extrañamiento y lo reviste de cualidades por demás específicas. Es en este punto que planteo un escenario diverso, que se contrapone a la clásica definición del fenómeno de extrañamiento7 en la pubertad: si en términos generales el cuerpo del púber es leído como no propio y familiar, y familiar pero no propio, en la pubertad trans el cuerpo puede ser vivido como no propio y no familiar.
Valeria Mendizábal, sin título, técnica mixta sobre madera. 50x50. 2018.
El impacto disruptivo constituyente
Esta nueva articulación de un cuerpo no familiar y no propio que planteo para la pubertad trans requiere lógicamente de una adecuada representación a nivel psíquico. Teniendo en cuenta que el transexualismo se caracteriza –aunque no necesariamente de forma absoluta– por el hecho de que el sujeto no puede ni quiere identificarse con el sexo biológico de nacimiento, en algunos escenarios esta identificación puede subjetivarse sobre la base de una cirugía autorizada de reasignación de sexo12,13.
Los inhibidores de los caracteres sexuales primarios y secundarios; el cambio de nombre en el documento de identidad y la operación de reasignación de sexo pueden conducir a un viraje que, a pesar de la irreversibilidad de estos movimientos, permita acaso el despliegue de una creciente concordancia entre el sexo biológico y la identidad sexual, logrando de esta forma la eventual elaboración del fenómeno de extrañamiento. Lejos de pretender una absurda generalización, que no haría más que desoír la lógica singular que constituye a la práctica psicoanalítica, me interesa simplemente destacar que estas modificaciones a nivel hormonal, jurídico y físico, respectivamente, debieran acaso brindarle al sujeto la posibilidad de una elaboración psíquica de aquella sensación de extrañamiento y ajenidad respecto del propio cuerpo.
En La Violencia de la interpretación, Piera Aulagnier destaca que el yo se ve forzado desde un comienzo a investir los objetos para evitar el riesgo de la desinvestidura definitiva, o la desaparición de las representaciones psíquicas que son efecto del pensamiento; sin las cuales el cuerpo, la realidad y el objeto no pueden tener existencia para el sujeto. En este sentido, toda vez que la imagen del cuerpo, del orden de lo fáctico, contradiga la concordancia esperable entre el objeto y su representante psíquico, el yo se verá enfrentado inevitablemente a la amenaza de un posible desinvestimiento. Esta lógica nos permite dimensionar con claridad la importancia que este proceso de modificación en el cuerpo y en lo jurídico puede adquirir para una persona transexual, especialmente en la pubertad.
Ahora bien, este proceso de modificación puede o no llevarse a cabo, y el grado de elaboración dependerá de cada estructura, así como de una infinidad de variables internas y externas que nos conducen a leer el caso por caso, pero en ningún sentido debemos interpretar aquel encuentro con lo fáctico como una marca traumática que no puede ser metabolizada en la pubertad trans. En este sentido, Moty Benyakar6 propone que lo disruptivo no necesariamente trabaja en detrimento del procesamiento psíquico y la capacidad de representación, y por el contrario considera que el análisis de estos impactos se debe conceptualizar y profundizar, precisamente por el potencial que hay en ellos de promover determinadas transformaciones que podrían conducir a efectos de resiliencia, o que simplemente incentivan la capacidad elaborativa del sujeto. Por ello, el autor propone una nominación diferente, que pretende diferenciar el impacto disruptivo elaborativo respecto del impacto disruptivo obstructor: si en el primer escenario el efecto disruptivo incentiva la elaboración psíquica y provoca las transformaciones pertinentes, el impacto disruptivo obstructor impide, en cambio, cualquier posibilidad de subjetivación de lo traumático15.
Considero que una adecuada tramitación del fenómeno de extrañamiento en la pubertad atribuye inevitablemente al impacto disruptivo –inherente a aquel– la cualidad de devenir elaborativo, promoviendo así el proceso psíquico de metabolización y la consecuente reorganización de la imagen corporal. Hablamos aquí de un impacto que, a pesar de la disruptividad que lo fundó, promueve eventualmente la (re)construcción de la subjetividad. Propongo para este proceso de identificación y subjetivación de una nueva imagen corporal, ahora familiar y propia, el concepto de impacto disruptivo constituyente1, que hace alusión a una reconstrucción identitaria fundamental, basada en la correspondencia lógica que el sujeto siente entre el género elegido y el sexo biológico.
En línea con las conceptualizaciones de Chevnik16, deviene imprescindible tomar en cuenta que la imagen corporal es la interiorización de la relación del sujeto con su cuerpo; un componente esencial en la constitución de la identidad, que cumple la función de permitir al sujeto un sentimiento de unidad frente al mundo (que podemos pensar a nivel de la autorepresentación), al tiempo que colabora con la diferenciación del ser con el otro, de lo externo y lo interno. Pero aún más importante resulta la imagen corporal en la sexuación del cuerpo, especialmente si entendemos a la sexualidad no como una mera necesidad fisiológica, sino acaso como un conjunto de actividades desplegadas desde la infancia, que proporcionan una ganancia tanto a nivel del placer como a nivel vincular: en este sentido, la posibilidad –siempre contingente– de una reelaboración de la hiancia existente entre la imagen corporal y la representación psíquica deviene fundamental en la pubertad transexual, tras un absoluto rechazo de la identidad sexual y de género que a nivel social y biológico le fuera impuesta al sujeto.
Maria Nathan. MASSACRE. Detalle de un cuadro de Guido Reni, « la masacre de los inocentes »,
hecho con burin y trabajado a dos colores en superficie, con rollo litográfico.
Papél Fabriano Única.Impreso con Koichi Yamamoto, en los talleres del Opifizio De la Rosa,
Montefiore Conca, Rimini, Italia, en 2019. Firmado abajo, a la derecha.
Conclusiones
Si entendemos que para transitar de forma satisfactoria la adolescencia, el sujeto debiera haber construido una cierta concordancia entre el modo en que percibe su cuerpo y la imagen externa –tanto la que refleja el espejo, como aquella que es efecto del encuentro con sus pares–, la pubertad se erige como una instancia crítica en el desarrollo del sujeto. En este sentido, el púber trans enfrenta un doble trabajo: a la pérdida del cuerpo infantil, de difícil tramitación en esta etapa del desarrollo, se adiciona en este escenario el encuentro con un cuerpo que manifiesta una discrepancia creciente entre el sexo biológico y la identidad de género. Lo somático se impone produciendo entonces un doble impacto disruptivo.
En este contexto, la operación de reasignación de sexo puede posibilitar aquella concordancia ausente entre la identidad del sujeto y el sexo biológico, y desplegar ciertas condiciones de posibilidad para una elaboración del fenómeno de extrañamiento, que permita al púber percibir su cuerpo como propio y familiar. Es en esta línea de análisis que pienso al impacto disruptivo constituyente como promotor de una reconstrucción posible a nivel subjetivo, que sólo se ve sustentada sobre una primera reorganización de la imagen corporal.
Las reflexiones teóricas volcadas en el presente trabajo pretenden introducir en el campo de la salud mental un espacio de discusión respecto de este escenario, con vistas a lograr una mayor comprensión y problematización de la complejidad que constituye a su abordaje clínico. Considero que, en tanto trabaja de forma directa con el sufrimiento subjetivo, el psicoanálisis debe sostener un ejercicio de revisión de las múltiples conceptualizaciones que sostienen su práctica, a la luz de las nuevas presentaciones clínicas que se observan en la sociedad actual. Si bien actualmente existen diversos desarrollos teóricos sobre diversidad y transexualidad, aún existe un área de vacancia en el campo de la salud mental –y especialmente en el ámbito del psicoanálisis–, lo cual inevitablemente conduce a la imposición de ciertos abordajes clínicos clásicos, que sostienen una concepción normativa basada en el binario hombre-mujer.
La tendencia a enmarcar al sujeto en los cuadros psicopatológicos clásicos (histeria; neurosis obsesiva; perversión; psicosis) demuestra por un lado la incertidumbre y el desconocimiento de ciertos profesionales de la salud mental para trabajar con lo diverso, al tiempo que tiende a excluir a aquellos colectivos que no pueden clasificarse actualmente de uno u otro lado de la norma, impidiendo el trabajo con el padecimiento subjetivo a partir de una tipificación que parece desatender aquello que hace ruido en el sujeto.
Poner en cuestión algunos de estos conceptos sobre los que se erige la práctica clínica implica, a mi entender, una apuesta de trabajo sustentada principalmente sobre la pregunta y la apertura a aquellas nuevas situaciones que se nos presentan en la actualidad. Una actualización crítica del abordaje psicoanalítico en lo que respecta a la pubertad trans debiera siempre apuntar a una adecuada reorganización corporal, que logre mitigar el desconcierto y la ansiedad observados regularmente ante el encuentro con lo fáctico, allí donde lo somático agudiza de forma angustiante la discordancia entre el cuerpo biológico y la identidad de género.
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