La Vejez en época de pandemia

Monczor M; Kabanchik A; Rozitchner E; Pisa H; Gore M; Benito ME; Venier L; Pedace M; Rodriguez M; Mariño L.
Capítulo de Psicogeriatría de APSA.
contacto: hugo.pisa@gmail.com



Revista Sinopsis


Foto cedida por Myriam Monczor de algunos integrantes del Capítulo de Psicogeriatría.

Introducción

Sabemos, en palabras del psicoanalista Hugo Lerner, que los sucesos o cambios socio-históricos construyen realidades que impactan y generan “nuevas subjetividades” (Lerner, 2019). Asistimos, en este punto, a un hecho inédito, imprevisto e incierto: la pandemia a nivel mundial y la cuarentena como la intervención sanitaria que, desde el Estado, se indicó para hacerle frente. En este marco, con el transcurrir de los meses, muchas cosas cambiaron, se “flexibilizaron”, con el objetivo de dotar de “normalidad” a lo cotidiano. Con la población dividida, a grandes rasgos, en niñez/adolescencia, adultez y vejez, los cambios ocurrieron casi en exclusividad, en los dos primeros grupos.

¿Qué ocurrió con las personas mayores? No hubo “flexibilización”. Las vejeces, es decir, la diversidad que caracteriza a este momento de la vida, se homogeneizó y pasó a nombrarse a los adultos mayores como “abuelos”, “vulnerables” y “grupo de riesgo”. Esto generó que el aislamiento “preventivo” se naturalice.

Desde marzo, asistimos a una realidad en la que las personas mayores no pueden participar activamente. En este marco, como grupo de trabajo, nos preguntamos ¿cómo impactó en los adultos mayores esta situación? Tanto a nivel de la comunidad como dentro de las instituciones. Asimismo, ¿podemos hablar en algunos casos de un impacto “positivo”?

Contamos, de momento, con apreciaciones cualitativas. Se requerirán investigaciones posteriores que contemplen los aspectos psicológicos, sociales y neuropsiquiátricos que se presentaron a raíz de la cuarentena prolongada. Se necesitará, también, integrar el aporte de diferentes disciplinas sumado a la experiencia, en primera persona, de los adultos mayores(Holmes, O'Connor, Perry, 2020). Mientras tanto, como objetivo, nos proponemos desarrollar, desde diferentes ámbitos y puntos de vista, los pormenores que sobrelleva este grupo. Sólo en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), donde reside el mayor porcentaje de población de 65 años, es del 15,7%, seguida por el interior de la Provincia de Buenos Aires con un 11,5%(pág oficial Buenos Aires). Entre los temas a abordar se encuentran los siguientes: soledad y aislamiento, instituciones, lugar (y utilidad) de la tecnología, la vulnerabilidad de los derechos y envejecimiento saludable.

Soledad y aislamiento durante la cuarentena.

El aislamiento y la soledad están asociados a trastornos psicopatológicos, enfermedad física, y aumento de la mortalidad. El aislamiento social es objetivo, la persona tiene contacto mínimo con otros. La soledad, en cambio, es la sensación subjetiva de tener menor afecto y cercanía de lo deseado (Huremović, 2019).

Durante la cuarentena, un grupo de adultos mayores se mantuvieron activos, otros, aquellos que vivían aislados, no evidenciaron ni registraron cambios significativos con relación a su vida antes de la pandemia. Por último, un grupo de personas vulnerables, acusaron el impacto de la situación a nivel psíquico y físico. Entre los síntomas más frecuentes Se encontraron estrés, ansiedad, depresión, sensación de desesperanza, delirios, confusión, trastorno por estrés postraumático, resignificación de duelos, incremento en el consumo de psicofármacos y alcohol, juego patológico, alteraciones del sueño, alimentación inadecuada con aumento o disminución del peso, deterioro cognitivo y funcional con la consecuente disminución de la calidad de vida (Armitage R, Nellums, 2020).

El deterioro de las relaciones sociales es un factor de riesgo importante para el desarrollo de depresión. La relación depresión–aislamiento o soledad es recíproca: se impulsan mutuamente como factores de riesgo y como promotores. De la misma manera, el sentimiento de soledad, más que el aislamiento social o el vivir solo, predice la aparición de demencia o deterioro cognitivo leve de forma independiente de los otros factores de riesgo conocidos (Fratiglioni L, Launer LJ, Andersen K. y col, 2000).

En el contexto de aislamiento, aumenta el riesgo de sedentarismo, alimentación inadecuada y obesidad que conlleva mayor riesgo o agravamiento de enfermedades clínicas, ACV recurrente, enfermedad cardiovascular, aumento de la presión arterial, riesgo de caídas, reingresos hospitalarios, institucionalizaciones, mayor demanda de atención domiciliaria, y mortalidad(Pantell, Rehkopf, Jutte y colbs, 2013). Promover una red social en los adultos mayores es promover salud, y es objeto de la Salud Pública.

Impacto en las Residencias de Larga Estadía.

Desde el psicoanálisis, Wainsbrot dice: “el acontecimiento desquicia la estructura e inicia un proceso paralelo... el acontecimiento inventa un esquema nuevo” (Waisbrot, 2020). En las Residencias de Larga Estadía del GCBA, la aparición del virus impuso la invención de recursos y cambios institucionales. A sus directivos se les otorgó el poder de modificar todo aquello que consideraran necesario para afrontar la pandemia. Se generaron nuevos canales de comunicación y se modificaron los tiempos y las tareas de los equipos de profesionales más allá de sus incumbencias. Los protocolos de bioseguridad cambiaron las normas, usos y costumbres de la vida de los residentes.

La profesora Stolkiner (recuperado de: Stolkiner 2020, facebook) manifiesta que “la responsabilidad individual es una linda frase, pero el individuo no suele ser el tipo de subjetividad indicada para responsabilizarse por el otro y a veces ni siquiera por sí mismo”. En ese sentido, y para respetar el derecho a la vida de todos los residentes de estas instituciones, el GCBA instituyó el aislamiento en las Residencias. Se prohibió la salida de los residentes a la vida comunitaria y el ingreso de acompañantes terapéuticos, asistentes gerontológicos externos y familiares. Se prohibió la circulación por los espacios comunes. Se suspendieron las actividades recreativas y de estimulación. Se organizaron zonas de aislamiento para casos sospechosos y se reorganizaron los espacios de asistencia médica y enfermería. Los residentes, gradualmente, quedaron confinados en sus habitaciones.

Las intervenciones interdisciplinarias ubican a las personas mayores como sujetos de derecho. Asimismo, valoran la autonomía y promueven lazos sociales.

En la pandemia, se modificaron las coordenadas de tiempo y espacio al instituir la cuarentena y restringir la salida de los residentes. El aislamiento implicó modificar su vida y “obligarlos” al encierro sufriendo en el caso a caso, diferentes malestares subjetivos y corporales. El paradigma de protección integral de los derechos cedió al modelo que ubica al sujeto en posición de objeto de protección y coexiste más que nunca con el sujeto en posición pasiva cediendo su derecho de autonomía. La libertad de circulación y de decisión se encuentran transitoriamente suspendidas. El cuidado de la dimensión biológica puso en acción dispositivos de control y vigilancia de los cuerpos. Las normativas institucionales se transformaron en protocolos de bioseguridad.

A propósito: una experiencia institucional.

Se trató de evitar los contactos que no fueran estrictamente necesarios, sin descuidar, al mismo tiempo, su atención. Desde allí se pensaron alternativas como la telemedicina. La creatividad fue importante para responder a las diferentes demandas: de pacientes, instituciones y seguridad. En esta línea, se modificó el encuadre (ese conjunto de condiciones constantes en el cual se desarrolla la atención). Las entrevistas pasaron a realizarse mediante videollamadas. Se mantuvo la frecuencia semanal, aún surgiendo otras consultas espontáneas. No obstante, se presentaron dificultades relacionadas con la conectividad que generaron estrés, tanto en los profesionales como en los pacientes.

Algunos pacientes tomaron el cambio con naturalidad y no se observaron dificultades durante las entrevistas, mientras que una minoría no pudo hacerlo en un principio. Sin embargo, con el tiempo, se logró que todos los que no deseaban hablar de manera virtual, lo hicieran.

Con otro grupo de pacientes resultó dificultoso trabajar debido al grado de déficit cognitivo y/o sensorial (hipoacusia). Con estos pacientes fue fundamental el trabajo con el personal de la institución.

Durante muchas de las entrevistas realizadas, la cuarentena, y lo que conlleva la misma, era el eje central. Surgía la preocupación por la salud de los familiares y el malestar ante la falta de contacto con los mismos. Por su parte, los familiares, tuvieron una mayor necesidad de información y contacto con la institución, debido a miedos y dudas. En ese sentido, la comunicación fue fundamental. Se reorganizó el equipo psicoterapéutico para que hubiera profesionales encargados específicamente de la comunicación telefónica semanal con cada familia y, llegado el caso, de una entrevista telefónica.

Tecnología: su uso y beneficio.

El aislamiento interfirió, en la mayoría de las prácticas sociales, con el consecuente costo subjetivo. En este punto, muchas personas mayores se han beneficiado con la incorporación de la tecnología a sus interacciones habituales, pero otras no tanto.

Entre los que no pudieron aprovecharla se encuentran aquellos con deterioro cognitivo, hipoacusia o dificultades visuales, o que no disponen de recursos económicos, o bien, carecen de asistencia de terceros para poder aprender a utilizarla. Las dificultades cotidianas, la sensación de pérdida de control y de soledad, son eventos frecuentes en estos casos.

En contraste, los que accedieron a la tecnología, no sólo pudieron contrarrestar las limitaciones impuestas por el aislamiento social, sino que también descubrieron un mundo que hasta hacía poco era patrimonio de los jóvenes. La brecha generacional y digital, vigente en la “pre-pandemia”, se redujo. Los que “no podían” o “no sabían” comenzaron a “poder” y a “saber” utilizarla. Esto marca un hito y derriba prejuicios sociales tales como “los viejos son rígidos”, no se adaptan a lo nuevo y no pueden aprender. El uso de la tecnología abrió puertas a experiencias y lenguajes que para muchas personas mayores estaban vedados, facilitando el acceso a intercambios sociales, cuidado de la salud y la resolución de necesidades cotidianas.

Saber y poder, con más o menos dificultades, empodera, aumenta la sensación de autoeficacia y los hace partícipes de dinámicas que no tenían habilitadas. Más aún, demuestra la resiliencia y capacidad de adaptación de una franja etaria que la sociedad occidental categoriza como “pasiva”, “improductiva” y poco aggiornada a las novedades.

El entrecruzamiento vejez y tecnología durante esta pandemia nos interpela. Las personas mayores pueden y tienen derecho a acceder a ser parte de la realidad digital. Brindar los recursos y el apoyo necesario para poder lograrlo, ya es una decisión que queda del lado de los que seremos sus sucesores.

Tecnología y comunicación.

Dijimos que estamos frente a un hecho imprevisto, incierto e inédito. Ante esto, cada uno lo registra de forma particular. Como así también evidencia su propia capacidad de afrontamiento. Y de esta manera, algo adverso, puede convertirse en una oportunidad. Un desafío que, como describió Darwin, no sobrevive el más fuerte ni el más inteligente sino el que mejor se adapta y quien ha construido una red social.

Es así como hemos observado, en las personas mayores de diferentes edades, la incorporación de la tecnología y la comunicación a través del uso de las redes sociales. Un nuevo Paradigma. Un descubrimiento que los acerca a sus vínculos familiares, a través de mensajes, videollamadas, audios, ZOOM, etc. como así también sociabilizar con otros grupos. Asimismo, permitió el acceso a diversas ofertas académicas.

Esta novedad nos plantea un recorrido más amplio en la Terapia Ocupacional, teniendo en consideración la capacidad constructiva e intereses del adulto mayor, enfatizando el fortalecimiento de talleres que los involucren más en la utilización y beneficios de la Tecnología.

Pandemia, Resiliencia, Creatividad y Vejez.

Una mujer de 86 años dice: Paso la cuarentena haciendo costura. Empecé con patchwork: tenía un montón de retazos; aproveche para hacer dos colchas y un montón de cosas chicas. Eso me levantó el ánimo, me dio ganas de hacer cosas. Los chicos me ayudan: me traen lo que hace falta.

La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal. Desde las Neurociencias se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente al estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontarlos.

Esa capacidad de resistencia se prueba en situaciones de fuerte y prolongado estrés, por ejemplo, ante una pérdida inesperada, maltrato o abuso, enfermedades, abandono afectivo, fracasos, catástrofes naturales o provocadas y pandemias como la actual.

Sus pilares son: autoestima, introspección, independencia, capacidad de relacionarse, sentido del humor, moralidad, creatividad e iniciativa. Con estos pilares, más el soporte de otros humanos que otorgan un apoyo indispensable, la posibilidad de resiliencia, asegura que el sujeto continúe su vida. Dice A. Melillo “la resiliencia se teje. Requiere un cambio de las circunstancias que genera y/o estimula las fortalezas del Yo favoreciendo sus defensas y capacidad de sublimación”. Hablamos del lado positivo de la Salud Mental.

Perdiendo la singularidad: los vulnerables, vulnerados.

Sobre las medidas que recayeron sobre los adultos mayores, podemos plantearnos algunas controversias. En primer lugar, algunas medidas pueden ser acusadas de perseguir intereses no universales sino particulares (políticos, económicos, culturales, religiosos). En segundo lugar, el universalismo tiene que ver con el pluralismo cultural. Si la pluralidad de culturas es inevitable, y si toda creación humana está marcada por una cultura particular, propugnar el universalismo en las medidas tomadas sería una ilusión que esconde particularidades que sólo le sirven a algunos. Los seres humanos están marcados por la singularidad (Rey, 2007).

Ante la pregunta de si los adultos mayores son personas vulnerables que se han convertido en víctimas de la pandemia por COVID 19, Francisco Rey (Rey, 2020) contesta afirmativamente y agrega que, se trata de un colectivo que, sobre la base de una situación de vulnerabilidad previa, está sufriendo vulneraciones y violaciones de sus derechos a la salud y a la mínima protección. En ese sentido, si nos referirnos a ellos como “grupo vulnerable”, alimentamos la idea de lo inevitable, fue “culpa del virus”, no hay responsabilidades. La vulnerabilidad no es una fragilidad irreversible ante amenazas inconmensurables, sino una condición producida histórica y socialmente, con una participación determinante de las relaciones de poder en ese resultado. Entonces, referirse a la vulnerabilidad como concepto englobador en el marco de la pandemia, es un error. Es necesario prestar atención a elementos sociales, psicológicos y organizativos, para analizar la vulnerabilidad junto con las dimensiones económicas, ambientales, de edad, de género, y otras. También se deben incluir las capacidades. Ningún grupo social, ninguna persona, ningún colectivo es sólo vulnerable. Definir a cualquiera de ese modo, es algo que atenta contra su dignidad: estigmatiza y limita el ejercicio de sus derechos. Poner el énfasis sólo en las vulnerabilidades sin tener en cuenta las capacidades, es otro de los errores que se han cometido con los adultos mayores durante la pandemia. Alejándolos no sólo de los controles de salud sino también aislandolos socialmente. Los vulnerables, vulnerados.

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Foto Diana B. Mar del Plata

La protección de derechos para la promoción de un envejecimiento saludable como conclusión y propuesta a futuro.

La pandemia actuó como un revelador de las condiciones de salud y falencias de los sistemas de atención en cuanto a las condiciones de vida, de necesidad de atención y de derechos de los adultos mayores. La discriminación por edad en las decisiones médicas, el triage y las terapias determinó:
Negación del cuidado de la salud. Descuido, negligencia y abuso en instituciones de cuidado o en el hogar. Pobreza y desempleo del adulto mayor en condiciones de trabajar. Impacto en la salud mental.
La alta variabilidad de los mayores –cada década de la vida representa una realidad diferente– evidenció: resiliencia conservada, positividad frente a los duelos, capacidad de sostener roles sociales múltiples como cuidadores y voluntarios, importancia del rol de las mujeres mayores, contribución en situaciones de crisis.
La población mayor solo está institucionalizada en un porcentaje menor, si bien, a causa del hacinamiento, ocurrieron allí la mayor cantidad de fallecimientos. La mayoría vive en comunidad de manera activa, en pareja, solos o con otros cuidadores también mayores.
En consonancia con lo que desarrollamos, el aislamiento en el hogar con la pérdida de las redes de apoyo familiar, social y económico, provocó las mayores dificultades, deterioro de las condiciones de cuidado y atención domiciliaria. En ese contexto, consideramos como prioridades teniendo en cuenta que “El derecho a la salud es un derecho humano”:(PAHO, 2020).

  1. Que las decisiones de salud sobre adultos mayores sean guiadas por comités de dignidad, ética y derechos humanos.
  2. Reforzar la inclusión social y la solidaridad durante el aislamiento.
  3. La restricción de la libertad de movimiento conduce a pérdidas de soporte y cuidado.
  4. El distanciamiento debe ser acompañado por medidas de soporte identificando necesidades de cuidado.
  5. Participación activa de las personas mayores.
  6. Atacar el viejismo y el estigma.”(PAHO, 2020 p3-4)
La crisis ilumina la invisibilidad de las personas mayores.

Reflexiones finales.

El universo que implican a los adultos mayores, impresiona desde la clínica y diversos observatorios sociales, haber sido resilientes, conscientes, responsables y tolerantes frente a los acontecimientos –sociales, económicos, familiares y de salud en general– referidos a la pandemia.

Si bien el aislamiento implicó una fuerte parálisis en la comunicación y encuentro interpersonal, con el correr de los días los adultos mayores hallaron respuestas a cuestiones de la vida diaria tales como provisión de alimentos, insumos y fármacos. Surgieron temas postergados como el acceso tecnológico, debieron adaptarse a celulares, videollamadas y regular el caudal de información que recibían.

Frente a todo esto, la reflexión y la experiencia de vida, tomaron forma como factores protectores. Etimológicamente “Reflexión” significa retroceder o poder volver atrás/doblar o desviar una acción o efecto.

En la experiencia de vida encontramos la acción o efecto frente a la muerte, la pandemia, las infecciones, los vínculos, el amor y muchos otros temas. En todos los grupos etarios el confinamiento forzoso y prolongado, puede provocar sentimientos de soledad no deseada y disparar reacciones patológicas como ansiedad y depresión. Los adultos mayores llegan con herramientas, programación ontológica y hasta la certeza vital de que algún día estarán solos, lo cual impresiona haber sido un factor protector frente a la pandemia.

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Foto: Lisando Mariño, sin título, 2020

Bibliografía:

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